El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, está de vacaciones en Doñana, como antes lo estuvieron otros presidentes como José María Aznar y Felipe González. Hoy, ZP se ha dado un baño de multitudes en Sanlúcar de Barrameda. El secretario de Estado de Comunicación, Fernando Moraleda, tan encantador y amable (de guardia en La Moncloa) hasta le ha puesto el plato a su presidente en la terraza de Casa Balbino, en la popular Plaza del Cabildo. Los que somos de aquí sabemos que en ese apreciado establecimiento los camareros no salen a las mesas del exterior si no es para limpiarlas. Cada uno paga lo suyo y luego se sirve fuera. Pues bien, ni corto ni perezoso, Moraleda se fue padentro, pidió unos langostinos, media de manzanilla Solear, agua mineral fresquita y se fue tirao pa la mesa donde estaban la alcaldesa de Sanlúcar, Irene García, el secretario provincial del PSOE y presidente de la Diputación, Francisco Gónzález Cabaña (muy repuesto a juzgar por la ironía en sus declaraciones), doña Sonsoles Espinosa y su esposo, el presidente. Una pena que la cuestión quedara deslucida en la improvisada rueda de prensa por las malas maneras y estilos inapropiados de un escolta de La Moncloa (que debería ser un policía educado, cortés y exigente como merece un escolta de todo un presidente del Gobierno), que en plenas narices de Moraleda, Cabaña y la propia Sonsoles, agarró por la muñeca a un veterano periodista para impedirle hacer con comodidad su trabajo: grabar las declaraciones de ZP. El tipo le agarró con tanta fuerza que dejó sus deditos suaves grabados en el brazo del kanalla. Imprezionante tamaña energía contra la prensa libre. Seguro que el presidente puede estar tranquilo con ese escolta, que lo premie lo antes posible y le añada un plus antiperiodista en su nómina. Pero eso no apagó el éxito de la visita. Moraleda estaba que no se lo creía.
(Foto: Javier Amiguetti)