Zapatero acaba de arrearle en Mallorca al ex ministro Miguel Arias por su añoranza -"ya no hay camareros como los de antes"- y a Rajoy por referirse a los "currantes". ZP dice que la UGT le ha pedido que le diga a Rajoy que se refiera a los "trabajadores" y no a los "currantes". Miguel Arias tuvo un desliz, o no, porque los que le conocemos sabemos lo que quería decir, pero no estuvo acertado en la forma. O no. Y el amplificador del nuevo régimen, que nunca le perdonará haberse casado con una Domecq, y que se lleven bien y se quieran, hizo el resto, arreándole estopa a diestro y siniestro en todos los medios, integrándolo en el argumentario de campaña como solo el PSOE sabe hacerlo. Y eso que en Madrid y en Jerez aún hay camareros como los de antes. No se refería Arias al servilismo, a las genuflexiones, no. Yo recuerdo a camareros como los de antes en Jerez, en Cádiz, en media Andalucía, profesionales escrupulosos, educados, formados en la briega diaria y orgullosos de serlo, de uniforme blanco como alféreces del Juan Sebastián Elcano. Discretos y elegantes, capaces de haber cabriolas con la bandeja, no manchar al cliente y llevar el pelo cortado en su punto. Gente buena. Defensores de su plaza al otro lado de la barra, siempre en orden. Eran los caballeros de la hostelería. Imponían al verles. Y no dudaban en replicar al cliente de forma inteligente, socarrona y a la vez educada cuando se ponía insolente o le faltaba al respeto. El camarero de antes estaba al día de todo, tenía criterio, opinión propia, pero ahora cualquiera es camarero. Un buen camarero es un especialista, un bachiller de la hostelería, sin contratos bajo cuerda, sin la precariedad a la que muchos empresarios se han aficionado gracias a tantas personas que son explotadas cruelmente y además carecen de certificado que acredite que pueden manipular alimentos. El camarero de antes al que se refería Arias es un profesional, una especie en vías de extinción que intentan recuperar las escasas escuelas de hostelería que existen. Por eso, cuando voy a un restaurante y un/a camarero/a sabe hacer su trabajo procuro siempre hacer dos cosas. Primero agradecerle su estilo y profesionalidad y segundo buscar al encargado para hacerlo valer. Y tratarlo siempre con el mismo respeto, consideración y cariño que él brinda a los míos en la mesa. Quedan pocos, la verdad. Arias no estuvo ágil, no supo explicar a qué se refería. Y no lo entiendo, con la de kilómetros que tiene encima Miguel...