Me gusta Madrid en verano, hay menos madrileños y los que quedan están menos estresados que la mayoría. Hay menos gente en el AVE (mañana será otro cantar) y los taxistas abren la conversación con asuntos menos trascendentales que los que insuflan Jiménez Losantos y Carlos Herrera. Hoy he pasado el día entero con mis compañeros de elEconomista, no me ha dado tiempo a visitar mis templos favoritos de culto, diurno y nocturno. Las dos chicas maduritas (juraría que las conozco de algo de la tele, pero no me atrevo a preguntarles) que llevo al lado se han quedado de piedra cuando, en un descuido, he desconectado los auriculares y sonaba un remix hip-hop de Awal Marah y luego Love x Love, de George Benson. Al final he dejado los altavoces integrados sonando porque la peli ya ha acabado y hay buena gente a mi alrededor. Me he zampado las historias ferroviarias que me regala Renfe, de Quim Monzó, y bien. Y El Pais, El Mundo, elEconomista, y entrado en varios digitales (funciona bien el 3gPlus de Movistar), he optado por no borrar mis correos hasta mañana. Uf, demasiado esfuerzo para estar de vacaciones ¿no? No sé que deciros, que mañana pienso sumergirme en una noche especial, con Mary, de copas, para olvidar a quienes carecen de sensibilidad. Ellos mismos. Hoy he sabido que no me habría ido mal en Madrid si me hubiera quedado, que aún hay periodistas como Amador G. Ayora, que saborean esta profesión a la vieja usanza, pero con los medios de ahora. Hay buen ambiente en elEconomista, el ambiente de un periódico de verdad. Pero si me hubiera quedado en Madrid me habría perdido una sonrisa cada mañana, un te quiero cada vez que la cosa se pone mala o llegan los estúpidos nervios del periodismo bien entendido, de quienes creemos que esto es tan importante, hasta descubrir que no debe ser más que un buen trabajo, bien hecho claro. Bueno, os dejo, llego a Santa Justa. Mañana más, si mola. Os quiero.