"Perdona a todos tus enemigos, pero no olvides sus nombres". John Fitzgerald Kennedy (1917-1963) presidente de Estados Unidos.
Todos los veranos hay entrevistas, relatos, noticias que suelo guardar para releer más adelante. Y eso acabo de hacer con la entrevista que Jesús Rodríguez, en EPS, le ha hecho a Carla Bruni, de la que muchos nos enamoramos antes de que la conociera el hábil presidente francés Nicolás Sarkozy, que visitará España en otoño para encontrarse, preferentemente, con la Familia Real. Yo nunca he dejado de leer El País, ni de escuchar la SER, salvo en aquellos días infames del atentado de Atocha en los que hubiera dado cualquier cosa por un micrófono y libertad. Yo no he pasado página ni la pasaré, porque perdí a personas que no conocía pero que amaba, trabajadores como yo. Consumo radio, internet, televisión, prensa en papel, lo que se tercie, es mi droga. Y luego decido. Es mi libertad. La que practico a diario en este blog, que muchos dicen no leer para, acto seguido, ponerme a caer de un burro o coincidir con cualquiera de los comentarios que aquí dejo caer. Pero los cabroncetes no me lo cuentan, panda de desagradecidos. Gastan poco en comentarios...
Hoy domingo voy a tocar un tema que nadie parece querer abordar en estos días pasados, a no ser para dar por saco. Vivimos una gran historia de amor, con todos sus avíos, como el buen puchero jerezano, como la berza gitana. Y creo que lo que late en las críticas veladas, directas o indirectas que algunos lanzan a la pareja es pura envidia. Es mi sincera opinión, desprovista de apasionamiento o falsos intereses. Estoy hasta los cojones (tal como suena) de todos los correos electrónicos que me llegan con insidias, medias verdades y acusaciones pringosas. Algunas de ellas encuentran su amplificador en algún medio (es su libertad, no voy a censurarlo). Creo que la pareja protagonista de nuestra historia de amor, que cada vez ocultan menos -no como otros, que nunca permitieron un gramo de especulación en su entorno- tiene que pasearse orgullosa exhibiendo su amor sin molestar, porque no abunda en estos tiempos de cólera y crisis económica. La historia de amor de la que les hablo quizás contenga algún error y el más grande, pese a aquello de la privacidad, la intimidad, es evitar que todos sepamos ya, sin tapujos, lo que todos sabemos, que dos se aman y se defienden, por encima de todo. Me gustan las historias de amor, las de verdad, las otras son un coñazo. Detesto profundamente la falsedad, el fariseísmo de quienes, habiendo vivido una situación similar en algún momento de su vida, se permiten el lujo ahora de venir los fines de semana a dar por saco (por no usar otro término al uso). Y también la de aquellos que, insisto, lo que tienen es envidia por no tener los reaños suficientes y dar el paso en sus falsas vidas en pareja, que no son de caramelo. ¿Errores? Claro, nadie está a salvo de ellos. Pero no voy a participar en una cacería de género en una historia de amor. No. Hay muchos pasajes en la entrevista de Bruni, y respuestas acertadas de la top model, cantante y primera dama francesa. Esta viene al pelo:
Hoy domingo voy a tocar un tema que nadie parece querer abordar en estos días pasados, a no ser para dar por saco. Vivimos una gran historia de amor, con todos sus avíos, como el buen puchero jerezano, como la berza gitana. Y creo que lo que late en las críticas veladas, directas o indirectas que algunos lanzan a la pareja es pura envidia. Es mi sincera opinión, desprovista de apasionamiento o falsos intereses. Estoy hasta los cojones (tal como suena) de todos los correos electrónicos que me llegan con insidias, medias verdades y acusaciones pringosas. Algunas de ellas encuentran su amplificador en algún medio (es su libertad, no voy a censurarlo). Creo que la pareja protagonista de nuestra historia de amor, que cada vez ocultan menos -no como otros, que nunca permitieron un gramo de especulación en su entorno- tiene que pasearse orgullosa exhibiendo su amor sin molestar, porque no abunda en estos tiempos de cólera y crisis económica. La historia de amor de la que les hablo quizás contenga algún error y el más grande, pese a aquello de la privacidad, la intimidad, es evitar que todos sepamos ya, sin tapujos, lo que todos sabemos, que dos se aman y se defienden, por encima de todo. Me gustan las historias de amor, las de verdad, las otras son un coñazo. Detesto profundamente la falsedad, el fariseísmo de quienes, habiendo vivido una situación similar en algún momento de su vida, se permiten el lujo ahora de venir los fines de semana a dar por saco (por no usar otro término al uso). Y también la de aquellos que, insisto, lo que tienen es envidia por no tener los reaños suficientes y dar el paso en sus falsas vidas en pareja, que no son de caramelo. ¿Errores? Claro, nadie está a salvo de ellos. Pero no voy a participar en una cacería de género en una historia de amor. No. Hay muchos pasajes en la entrevista de Bruni, y respuestas acertadas de la top model, cantante y primera dama francesa. Esta viene al pelo:
-Pero hay famosos que lo ocultan todo… Que se esconden, que lo niegan…
-Es cierto, pero yo no puedo hacerlo. Y como no puedo ni sé hacerlo, pues no me oculto y lo llevo bien. Incluso estoy contenta de no haber ocultado la historia de amor con mi marido. Estamos contentos. No podría ser de otra forma.