Uerney, Juan Luis y Ana, en una finca de La Barca de la Florida. Foto: J.C. / El Mundo |
La crisis aprieta y la compra de los productos básicos de alimentación pesa cada vez más en las frágiles economías familiares. En la urbe hay quien rebusca cerca de las grandes superficies o los mercados centrales (se les llama 'espigadores') pero en el campo hay que hacerlo en la tierra, ahora en pleno verano bajo un sol de justicia. "En mi vida he visto una cosa como esta, pero me parece bien que se aprovechen, que las papas no se queden en el campo", dice Pepe, que lleva seis años como vigilante de fincas en La Barca de la Florida, una pequeña pero aún próspera población rural con apenas 4.800 personas (600 de ellas en paro), en el término municipal de Jerez de la Frontera. "Al campo le queda una generación, no sé quien lo va retomar luego. Como no se busque una alternativa pronto... hay que apostar, luchar por el campo, porque podemos vivir bien si diversificamos la economía", manifiesta el alcalde de La Barca, Alejandro López, del PP, que acaba de llegar al cargo.