10 ago 2011

A la hora señalada


Tarde de pensamientos cruzados, de pura perversión y éxtasis. No podría contaros nada, no debería hacerlo, pero solo os digo que solo hay que esperar pacientemente para que el cadáver de tu enemigo pase por tu puerta amortajado en un féretro donde viaja finalmente con todas sus insidias y maldades. Se ha hecho de rogar el hijo de puta. La prepotencia le ha jugado una mala pasada. Era de esperar. No pides perdón por esbozar una sonrisa, simplemente lo haces al saberlo, aunque es un sentimiento obsceno, cruel y placentero a la vez. No sientes la más mínima piedad porque ya sabes lo que querías saber.

El universo se ha movido y está a punto de aplastarlo sin misericordia o aviso alguno. No os preocupéis, todo es pura metáfora, es fruto de una tarde calor, una llamada, un e-mail cabrón, extractos bancarios, notas simples de los registros mercantil y de la propiedad. Informaciones de gentes de buen corazón que, como yo, estaban hasta los cojones-ovarios de su chulería. A la hora señalada, nadie puede evitar su destino. La enmienda no es posible ya. Y le dije que iba a estar aquí para escribir su epitafio. Y así es.