Podría intentar explicaros lo que sentí ayer, en las calles de Jerez, regresando a mis orígenes. Pero es complicado. Dios me lleva por el camino que ha decidido, pero ayer levantó el pie del acelerador, para dejarme respirar, sentir como hace tiempo que no lo hacía. Me dejo llevar, porque pasará siempre lo mejor. O algo parecido. No quiero ser melodramático, no es mi estilo, aunque la lagrimilla resbale en ciertos momentos, cuando nadie me ve, por mi mejilla derecha. También tiene cojones la cosa.
Esta noche hablaba con un amigo que no cree en Dios. Yo creo en el mío, que no tiene nada que ver con los meapilas ni los presuntuosos que te gritan a diario su rara fe, y la exhíben como un trofeo cada año, paso a paso. Mi Dios desea la paz en el País Vasco, hace el milagro de la olla en el Hogar de El Salvador, y necesita que le digamos de vez en cuando que creemos en él, aunque a veces no entendamos por qué la muerte, el destino malo, se ceba en aquellos que no lo merecen. Mi Dios está en la sonrisa de cada mañana.
Mi buen amigo no cree en Dios, por eso le he dicho que le metemos por la cara en nuestras oraciones, que pedimos por él a nuestro modo, en silencio, bajando la cabeza, dando gracias, todos los días, por la oportunidad de un nuevo amanecer. India Martínez me parece genial, y no de ahora. Espero que mi amigo, que no cree en Dios, al menos sienta con esta canción, y estas líneas, que muchos le queremos. Que solo hay una vida por vivir y no vamos dejar que nos jodan la fiesta. No seremos como ellos.
Buenos días y buena suerte
PC