La vida me ha golpeado muchas veces y aunque cuesta, te terminas levantando, sobre todo cuando alguien no te deja. Pero pasan cosas que, una vez superado el trance, nunca debes olvidar. Me refiero a esos y esas hijos de puta que no te contestan al teléfono. A los que esbozan una media sonrisa al escuchar tu drama, a quienes comentan a tus enemigos que te lo merecías, que no puedes ser tan independiente, que siempre terminas haciendo lo que tienes que hacer (increíble), a aquellos/as que se aprestan a ocupar tu puesto apropiándose de tu agenda, contactos e ideas, a quienes no te abren la puerta ni te reciben aunque te llamaron mil veces para colocarte sus mierdas y venderlas a la opinión pública, a quienes te halagaron hasta conseguir lo que querían (somos humanos) y sobre todo a quienes pudiendo hacer algo por tí no lo hacen porque saben que les puedes, que eres honesto y capaz. Pero a quienes detesto es a los que dicen sentir lo que te pasa haciendo esfuerzos por no soltar una carcajada de satisfacción. De todo se sale, y por eso hemos montado nuestra propia empresa, pero una vez fuera es bueno no olvidar ni perdonar a toda esta escoria social. Y tengo buena memoria. Un abrazo. Hay vida después del despido.