Raras veces subo una reacción a un comentario, pero en esta ocasión hay que hacerlo. La noticia publicada por 233 grados, sobre el despido de una compañera por un error lamentable que puso en tela de juicio la honorabilidad del presidente del PP de Cádiz y senador Antonio Sanz y que fue TT en Twitter, ha generado la reacción de la víctima y protagonista involuntario del error. Antonio Sanz me escribe un comentario a la noticia (que se ha publicado más abajo) y dice:
Pepe. Demasiado he aguantado en silencio y respeto como para ahora aceptar campañitas de desprestigio y manipulación. Yo nunca pediría a una empresa mediática que despida a nadie. Mateo Risquet dejo claro a su empresa que yo no quería mal para nadie. Es mucho lo que respeto a los periodistas. Ahora pido también, si puede ser, que se me respete a mí. Sabes bien que tomo las cosas siempre de buen grado. No es miedo al PP. Porque no os dirigís a la empresa directamente. Un abrazo.
Eso dice Sanz y doy fe de que hay asuntos complicados que se ha tomado con gran profesionalidad y estilo. Y que yo no participaría nunca en "campañitas de desprestigio y manipulación", aunque haya quienes merezcan ser crucificados por el daño que han hecho y hacen. No soy yo quien le atribuye que haya presionado a una empresa (creo que son otros, que deberán demostrarlo).
Y está claro que EP debe decir algo sobre este nuevo episodio igual que pidió disculpas en su momento por el desgraciado error. Lo que digo, claramente, es que ha sido un error colosal (también de quien no estuvo atento a lo que enviaban desde Cádiz) pero que Sanz tiene capacidad, contactos e influencia para que no pierda su trabajo una periodista.
Aunque la decisión ya se ha tomado nada es irremediable, salvo la muerte. Por mi parte, zanjada esta historia que puede pasarle a cualquiera. El privilegio de los poderosos es la generosidad, la capacidad de hacer el mal y, sobre todo, el bien. Sanz me entiende. Y los que guardan silencio sobre lo sucedido, sin mojarse y ni siquiera opinar, también.