Francisco Mateo y Guadalupe Sánchez, delegada de la AVT en Cádiz. Foto cedida |
Es complicado escribir sobre lo que los expertos llaman "el nuevo escenario vasco", y más aún meterse en la piel, en el alma de las familias de las víctimas del terrorismo. Es complicado porque no es posible hacerlo sin involucrarte emocionalmente. La causa ha sido manoseada por los grandes partidos hasta la saciedad y ahora, de pronto, parece que a unos les sobra, a otros les molesta y hay quien incluso desearía que no existieran. Pero no, las familias de esas más de mil personas que han pagado con sus vidas la más o menos sólida democracia que vivimos no se callan. Ayer entrevisté para EL MUNDO a Lupe y César, son de Jerez, valientes y comprometidos. Fueron noticia, con más familiares, el pasado jueves, cuando 'Kubati' salió de la cárcel tras la sentencia del TEDH. También hablé con Francisco Mateo, que hoy estará, a las 22,00 horas, en 13TV.
El abogado laboralista que asistió al etarra, Hugo Gómez, dice que hubo un intento de linchamiento y critica por su parte a los periodistas que daban cobertura al acto.
Algunos periodistas me preguntaron cuál era mi papel, al decir que era abogado y que me habían encomendado el papel de defender los derechos de una persona que había cumplido condena, algunos se mostraron arrogantes y chulescos con actitud de condena e ignoraron mi papel en ese sitio en ese momento. (Más en INSURGENTE)La presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, cuenta en su blog muchos detalles de la protesta por la excarcelación del terrorista Kubati:
No fue nada fácil para ellos. Ni muchísimo menos. ¿A quién le gustaría ver salir de la cárcel de manera injusta a la persona que mató a un familiar y destrozó tu vida para siempre? Pero allí fueron al conocer que esa misma tarde, antes de tiempo y con prisas, el sanguinario Kubati iba a salir de la cárcel. Y sí, querían mirarle a los ojos. Querían que leyera nuestras pancartas pidiendo Verdad, Memoria, Dignidad y Justicia. Querían que le quedará claro que había destrozado sus vidas.
Desde las 8 de la mañana nos fueron contando su día. Cada llamada era más desgarradora que la anterior. Cada minuto que pasaba era más duro porque sabían que estaba más cerca la libertad del asesino. Porque lo verían salir, sonriente, victorioso, mientras la Memoria de sus familiares quedaba pisoteada, una vez más, por ese criminal y por los que han permitido que esto suceda: los mismos que habían jurado proteger a las víctimas del terrorismo. (Más en el blog de Ángeles Pedraza)