Atardecer en Sanlúcar de
Barrameda, desde los jardines del Palacio Ducal. Foto PC
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(Leer escuchando Retrato, de Joan Manuel Serrat)
No creo en los “días de…”, pero
ayer fue el de los abuelos y me acordé, con inmenso cariño, de que hace ya
muchos años que me falta mi abuelo Lucas, del que heredé mi primera moto, una Mobylette con transportín trasero. Siempre
estuvo cerca de mí cuando lo necesitaba.
Mi abuelo era capataz de Renfe,
sargento de la Cruz Roja, en cuyo cuartel se instaló una de las primeras
televisiones de Jerez. Yo leía con voracidad la revista Ferrocarril y soñaba
con viajar por todo el mundo. Aún me quedo extasiado, nada me perturba, cuando
veo en el canal Viajar esos reportajes que haría sin pestañear a bordo de
trenes llenos de gente nueva, viendo pasar el tiempo, la película del paisaje a
toda velocidad.
Hay mucho por descubrir por lo
que conviene tener siempre el pasaporte a mano, y al día. Un legionario
español, a quien Pepe Ferrer y yo
conocimos en nuestro viaje a Bosnia
Herzegovina, me dijo que siempre has de llevar en tu mano izquierda una
maleta en la que hayas sido capaz de meter tu ropa para una semana “o para toda
la vida”. ¿En la izquierda? le pregunté.
Y me respondió con una semisonrisa: “Claro hombre, para defenderte, empuñar una
pistola o arrear un buen mamporro en defensa de tu vida, para eso la necesitas”.
Nunca más aquella España
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Logré viajar mucho aunque más en
avión, gracias a un trabajo en Madrid, aunque también en el AVE y los larga
distancia, y en coche, primero en un Volkswagen
Polo, luego en un Jetta y mucho en
mi viejo Honda Civic que aún seguirá
circulando bajo otras manos por las carreteras de Cádiz. Los trenes me gustan, permiten pensar, detenerte a meditar sobre
decisiones, caminos, sentimientos, ideas, aunque has de tener cuidado con las
conversaciones porque nunca sabes quién va detrás o delante de ti. Da tiempo a
mucho, incluso a escuchar música, la que te gusta, a expensas de consumir tu
tarifa de datos conectado a Spotify.
Ahora mismo escucho Wild Horses, de The Rolling Stones, mis abuelos favoritos del rock. Gran canción,
hermosa letra, tan real estos días para mí, y para tantos y tantas. Desprecio,
con todas mis fuerzas, a quienes nos arrebatan la felicidad a golpe de decreto,
a quienes desmontan lo que hemos conseguido a lo largo de tantos, años.
Desprecio, con todo mi corazón, a quienes ignoran el dolor de los pobres, y
tratan de tomarnos el pelo con estadísticas amplificadas por bien pagados
terminales mediáticos. Se me nota, mucho, que ya no aguanto a los falsos, a los
intolerantes. A quienes he apreciado y me han mentido como bellacos. Que les
den.
Cuando me asaltan estos
pensamientos recurro a Serrat, a ese
imponente disco dedicado a la memoria de Antonio
Machado que me revuelve el alma. No quiero dos Españas, quiero una diversa,
federal, multicolor y multilingüe, tanto me da, llena de amor y fuerza. Y por
supuesto que no deseo que nos ocurra como a Grecia, doblemente humillada por sus dirigentes y por la troika,
los amos de los mercados. Y que la caja de las pensiones y la Seguridad Social
siga sin ser tocada, que nadie haya usado su talonario para otros fines, porque
los abuelos, sus hijos y sus nietos no dudaremos en derribar a quien sea usando
todos los recursos a nuestro alcance.
Acabo de leer un excelente
artículo publicado en El País,
rubricado por José Andrés Torres Mora, diputado socialista por Málaga y Máximo R. Díaz-Cano, que
es secretario general de Presidencia de la Junta de Andalucía. Afirman
ambos que “los socialistas estamos muy sorprendidos de que los dirigentes
de Podemos hayan ‘descubierto’ lo importante que es el Estado del Bienestar.
Casi no nos atrevemos a decirles que este Estado de bienestar es el mismo que
ellos, y todos aquellos que pertenecen a su tradición política, siempre
despreciaron como el plato de lentejas por el que los socialistas vendimos
nuestro derecho al paraíso”. Tienen razón ambos, mucha. Pero todo este sistema
ha de cambiar, rápido, y mucho.
Un azulejo que lo dice todo
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No se puede despreciar el trabajo
hecho, aunque algunos selectos hijos de p… se hayan aprovechado de las grietas
del sistema, que no ha estado bien vigilado en defensa del interés general. Los
poderes, la casta, los funcionarios, los que mandan, han estado torpes o quizás
no han querido complicarse la vida, que es lo que deben hacer las personas de
bien. O han sido cómplices. Comprendan que estas líneas son un desahogo, un
grito en internet que espero sirva de algo, que sea escuchado y apreciado. Si
no es así, tanto me da. “Españolito que
vienes al mundo te guarde Dios, una de las dos Españas ha de helarte el corazón”,
escribió Machado y cantó, sublime, Joan Manuel Serrat. Recuerden al poeta,
amigos del nuevo tiempo político.