Mi fiel Honda Civic me lleva como la seda todos los días de Jerez a Cádiz y de Cádiz a Jerez. ¿Un largo trayecto? ! Qué va ! Los que hemos vivido en Madrid tardábamos casi una hora en ir de Embajadores a la plaza de Cuzco, con buen tráfico. Yo, en cambio, tengo suerte. Por el retrovisor dejo atrás la capital del vino, mi Sin City particular, bajo la cuesta de parque acuático y la bahía se despliega ante mí ofreciéndome una de las más bellas panorámicas del día. Las salinas a un lado, las gaviotas, vacilonas, chulas, en vuelo rasante. De fondo los astilleros y el skyline de Cádiz. Antes compruebo la temperatura gracias a Ingrasa y el Diario de Cádiz. Los conos, coño, aprieto el acelerador cruzando el viejo puente sobre la bahía. Ese olor a tabaco de Altadis y la entrada por Zona Franca, esquivando a camiones, zonas de carga y descarga. Las barquitas en Puntales, con Dragados de fondo, ambiente industrial. Y lo mejor, al final de la carretera de astilleros los mástiles de los barcos de vela o el quinto piso del crucero de turno. Me queda lo mejor, la Plaza de San Juan de Dios, con su galería de personajes insustituibles, las palomas y el cafelito con mollete calentito y el peaso de sumo del Elías o el Sardinero. Cada día doy gracias a Dios por tantas sensaciones, procuro ser prudente con el volante y conducir con cuidado. Pronto tomaré el tren de cercanías, prometo sensaciones diarias. Alguien me ha sugerido hoy publicar este blog en un periódico de papel. ¿De veras? Aguantaría un papel esta sobredosis diaria de libertad. Igual sí. O no. Bueno, total, poco da. Internet es tan libre como el cielo de mi Cádiz, donde nadie manda, ni la Otan. Como dice Dany Rodway en el Diario Bahía de Cádiz digital, sólo yo puedo reprimirme. Seguro, Dany. Nadie es dueño de nadie.