25 jun 2006

Bajo el cielo de Cádiz, hoy mismo


Los Hijos de Némesis
por JC
Podría haber escrito otro día cualquiera, pero es hoy. Gracias a Dios y a Internet me negué a cerrar este blog cuando el que cree que todo lo puede me lo sugirió, casi me lo exigió. Pero sobreviví, y los que insultaban nuestra dignidad con malas copias de lo que debe ser un blog (pronto cumpliré un año con este diario), con gestos caducos de prepotencia, ahora purgan sus penas porque nadie puede engañar a los que conocemos bien su (escasa) catadura moral.
Deben saber algo, todos mis amigos, enemigos y novatos en este blog, pienso seguir, pronto en forma de web (a ver si la terminan). En este espacio solo mando yo y nadie más. Es una entelequia eso de la libertad de información, de expresión. Lo honesto es admitir que luchamos todos los días contra viento y marea, que emprendemos batallas estériles contra molinos de viento y justo es contarles que muchas veces no solo rozamos sino que gozamos episodios de auténtica libertad creativa. Es mi declaración de principios, de esos valores que nadie parece ya tener en cuenta. Creánme antes de que sea tarde. Es una bonita tarde de domingo y un buen momento para decirles que nunca me ha importado quién lee estas líneas, que no siempre compongo con acierto. Tengo la misma sensación que tenía cuando hacía radio. Un día, cuando me despedí de Onda Cero en Jerez, me llamó una señora, con gran respeto. Me dijo: "Hijo, en casa llevamos escuchándote hace años, te hemos seguido a donde has ido. No te vayas y si te vas, avisa que cuando decidas volver, porque siempre se te ha notado que la radio era lo tuyo, tu mundo. Eres casi de la familia y te deseamos lo mejor". Pues bien, volveré. Le aviso, querida señora, oyente mia. Para ser algo más feliz.
Nada ni nadie merece la pena, solo aquellos que están cerca, te fallen o no, porque son los tuyos. Y quien te ama. Es el mejor seguro de vida, el contraste necesario para tomar esas decisiones que nunca te has atrevido a tomar. Te quiero Diane Lane (cinematográficamente).
Este último año ha sido el del cambio para mí, una evolución imparable que comenzó el mismo día en que España perdió a 200 seres humanos en un atentado que, lo siento, nadie me ha aclarado aún lo suficientemente (gracias Fernando Múgica). Bajo el cielo de Cádiz, mi Toscana particular, la provincia diversa y preciosa a la que quiero. Es hora de dar otro paso, el de la convicción de que es lo que vale lo que te impulsa a seguir adelante.
Regresé a Cádiz con la esperanza de encontrar una vida nueva y la encontré, gracias a Dios y la Virgen del Carmen, pero también a los fantasmas, los sutiles acosadores que recibirán su merecido (no seré yo el que pierda el tiempo, otros lo harán). No les odio, les compadezco. No heredarán la tierra y si la miseria de sus actos. Los hay de todos los colores, gustos y condición, pero todos son una panda de cabrones sin remedio. Tienes dos opciones, joderlos vivos (hay recursos) o ignorarles sin dejar de mirarlos de reojo, haciéndoles saber, eso sí, que si se pasan de la raya lo van a pasar mal, muy mal. En ese punto, delicado, estoy. Aviso a los navegantes. Mi cabreo es temporal, pero es muy creativo y gracioso. Y nunca dejaré de ser buena persona, hasta donde entiendo que lo puedo ser. Pero no soy un idiota. Las ideas son de quienes las llevan en su corazón. Otros las hacen realidad, pero no son suyas.