"Lo nuestro sí es alianza de civilizaciones, a través de la cultura, el único camino que debería usar el hombre para ello. Lo que no se conoce no se puede amar y lo peor es el desconocimiento de las culturas. Si conociéramos bien a quien tenemos enfrente todo seria distinto”. Quien así piensa y habla es Ana del Corral, una historiadora que, junto a su hermana Paula, licenciada en dirección de empresas, se han hecho en apenas tres años con el mercado gaditano de la interpretación histórica. Unas veinte mil personas han participado en sus recreaciones hasta ahora. Hacen de todo, investigan, interpretan, cantan y bailan. Su pequeña empresa, “De ida y vuelta”, como los cantes que iban de Cádiz a Cuba y viceversa, ha conseguido uno de sus objetivos iniciales, “que era trabajar en Jerez”, cuyo rico patrimonio histórico-artístico aún no se ha puesto en valor del todo. Ana y Paula se han hecho populares en las rutas turísticas de Cádiz y su Castillo de San Sebastián, con la Isla de las Cortes, en San Fernando, “y ahora, en Jerez”. La información fue publicada el pasado domingo por EL MUNDO DE ANDALUCÍA.
Impresiona que, 745 años después, en momentos donde el Islam y la Iglesia parece que libran su enésima batalla en el mundo, la historia del Alcázar cobre vida. El gobernador Aben Obeit, el caballero Fortún de Torres (cuya defensa del pendón cristiano casi es un mito de leyenda), el Marqués de Cádiz, bailarinas y hasta una molinera que da fe de un pasado reciente donde el aceite de oliva formaba parte de la economía local, que parece siempre girar en torno al vino. Shakira (Maricarmen, profesora de educación infantil), baila la danza del vientre en los baños árabes, de acceso limitado por razones de conservación. El día es luminoso, impregnado de olores a incienso y flores. Don Fortún de Torres prefiere capitular a seguir batiéndose con el moro infiel, y el público aplaude y casi llora cuando todos bailan al final en uno de los patios, con amplias sonrisas porque la recreación les ha salido redonda. “Estamos felices, mucho, porque después de nueve meses de trabajo este niño ha salido muy guapo”, bromea Paula. Algo menos, cinco meses, duró el asedio, en 1264, del rey Alfonso X El Sabio al recinto amurallado de Xeres, tras la revuelta mudéjar.
LIMITADO
Solo seiscientas treinta personas, en las próximas catorce semanas, podrán participar en la recreación de un trozo de la historia de Jerez, un episodio de moros y cristianos que rescata la figura casi de leyenda de Fortún de Torres, eclipsado por Alfonso X El Sabio. El caballero jerezano, que da nombre a la alameda exterior, murió en 1261 y está representado por Monchi Cruz, “un actor que también es historiador”, como el dice ahora.
Los diálogos de los protagonistas contienen guiños constantes a la tolerancia entre moros y cristianos, antes y ahora, “y al final todos terminamos bailando en El Alcázar”. Ana desvela que el profesor Juan Abellán, de la Universidad de Cádiz, un experto islamista, fue quien le proporcionó la figura del poeta y filólogo jerezano Abu Arm Giyat cuyos versos reciben al visitante en la entrada del Alcázar, felizmente recuperado como uno de los espacios culturales más dinámicos de Jerez. Los cuarenta y cinco primeros asistentes a la recreación se quedan estupefactos al ver a decenas y decenas de cofrades de las hermandades andaluzas de la Misericordia, que toman un jerez al fresco de los patios de la fortaleza. El maremágnum termina cuando se les aclara a los cofrades que la representación no es para ellos. El recorrido deja extasiados a los verdaderos participantes.
“El rigor histórico no está reñido con la diversión, al revés”, dice Ana, mientras se limpia el maquillaje de Doña Blanca y ensalza el vestuario “porque hemos intentado ser muy fieles a la historia, sobre todo en los colores, el poeta va de blanco, que es el color de la espiritualidad, de la sencillez”. Los restos de la auténtica Doña Blanca reposan en la Iglesia de San Francisco de Jerez “aunque la leyenda dice que estuvo recluida en muchos castillos de España, yo creo que fue la primera mujer famosa maltratada de la historia”, recuerda Ana para quien “ése concepto de las capitulaciones hace tiempo que podríamos haberlo aplicado en Irak y a Bush lo vamos a invitar a que vea esta recreación, a ver si todo acaba allí”, afirma el Marqués de Cádiz, personificado por Juan Miguel Rodríguez, que trabaja como enfermero, en el turno de noche del Hospital Puerta del Mar.
Y, en su deambular como alma en pena, ojerosa y triste, Doña Blanca conversa en el tiempo con el Marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, que en 1470, en el marco de su lucha con la casa de Medina Sidonia por el control de la Baja Andalucía y durante su tenencia del alcázar, ejecutó grandes obras en el interior del recinto, reformó edificios y murallas, levantó una torre y mandó hacer un nuevo foso, todo perfecto para que los Reyes Católicos, durante su estancia en Jerez en 1478, pudieran albergarse en el alcázar, que cobra vida los sábados a mediodía.
Impresiona que, 745 años después, en momentos donde el Islam y la Iglesia parece que libran su enésima batalla en el mundo, la historia del Alcázar cobre vida. El gobernador Aben Obeit, el caballero Fortún de Torres (cuya defensa del pendón cristiano casi es un mito de leyenda), el Marqués de Cádiz, bailarinas y hasta una molinera que da fe de un pasado reciente donde el aceite de oliva formaba parte de la economía local, que parece siempre girar en torno al vino. Shakira (Maricarmen, profesora de educación infantil), baila la danza del vientre en los baños árabes, de acceso limitado por razones de conservación. El día es luminoso, impregnado de olores a incienso y flores. Don Fortún de Torres prefiere capitular a seguir batiéndose con el moro infiel, y el público aplaude y casi llora cuando todos bailan al final en uno de los patios, con amplias sonrisas porque la recreación les ha salido redonda. “Estamos felices, mucho, porque después de nueve meses de trabajo este niño ha salido muy guapo”, bromea Paula. Algo menos, cinco meses, duró el asedio, en 1264, del rey Alfonso X El Sabio al recinto amurallado de Xeres, tras la revuelta mudéjar.
LIMITADO
Solo seiscientas treinta personas, en las próximas catorce semanas, podrán participar en la recreación de un trozo de la historia de Jerez, un episodio de moros y cristianos que rescata la figura casi de leyenda de Fortún de Torres, eclipsado por Alfonso X El Sabio. El caballero jerezano, que da nombre a la alameda exterior, murió en 1261 y está representado por Monchi Cruz, “un actor que también es historiador”, como el dice ahora.
Los diálogos de los protagonistas contienen guiños constantes a la tolerancia entre moros y cristianos, antes y ahora, “y al final todos terminamos bailando en El Alcázar”. Ana desvela que el profesor Juan Abellán, de la Universidad de Cádiz, un experto islamista, fue quien le proporcionó la figura del poeta y filólogo jerezano Abu Arm Giyat cuyos versos reciben al visitante en la entrada del Alcázar, felizmente recuperado como uno de los espacios culturales más dinámicos de Jerez. Los cuarenta y cinco primeros asistentes a la recreación se quedan estupefactos al ver a decenas y decenas de cofrades de las hermandades andaluzas de la Misericordia, que toman un jerez al fresco de los patios de la fortaleza. El maremágnum termina cuando se les aclara a los cofrades que la representación no es para ellos. El recorrido deja extasiados a los verdaderos participantes.
“El rigor histórico no está reñido con la diversión, al revés”, dice Ana, mientras se limpia el maquillaje de Doña Blanca y ensalza el vestuario “porque hemos intentado ser muy fieles a la historia, sobre todo en los colores, el poeta va de blanco, que es el color de la espiritualidad, de la sencillez”. Los restos de la auténtica Doña Blanca reposan en la Iglesia de San Francisco de Jerez “aunque la leyenda dice que estuvo recluida en muchos castillos de España, yo creo que fue la primera mujer famosa maltratada de la historia”, recuerda Ana para quien “ése concepto de las capitulaciones hace tiempo que podríamos haberlo aplicado en Irak y a Bush lo vamos a invitar a que vea esta recreación, a ver si todo acaba allí”, afirma el Marqués de Cádiz, personificado por Juan Miguel Rodríguez, que trabaja como enfermero, en el turno de noche del Hospital Puerta del Mar.
Y, en su deambular como alma en pena, ojerosa y triste, Doña Blanca conversa en el tiempo con el Marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León, que en 1470, en el marco de su lucha con la casa de Medina Sidonia por el control de la Baja Andalucía y durante su tenencia del alcázar, ejecutó grandes obras en el interior del recinto, reformó edificios y murallas, levantó una torre y mandó hacer un nuevo foso, todo perfecto para que los Reyes Católicos, durante su estancia en Jerez en 1478, pudieran albergarse en el alcázar, que cobra vida los sábados a mediodía.