(Admito que me ha sorprendido encontrar este comentario en el periódico de Vocento)
Por José Luis Toro
Publicado en La Voz de Cádiz (12 nov 06)
Qué pensarían ustedes de una familia que, ingresando 600 euros al mes, siempre andase cambiando de televisión, tuviese tres coches, un unifamiliar, apartamento en Valdelagrana y, además, comiera todos los domingos a tutiplén en una venta? ¿Y si esa familia estuviese todo el día pidiendo dinero a amigos, familiares y vecinos? ¿Y si siempre estuviese llorando por su pobreza? Pues esa familia existe, y se llama Jerez de la Frontera. Y es así por arte y gracia del cabeza de familia: Pacheco.
El inmatable (aunque, ¿ojo! la naturaleza no perdona), en la última entrevista que le hicieron en la cadena amiga de Sánchez, además de tratar de manera humillante a la entrevistadora (con una mezcla de chulería repugnante, condescendencia prepotente y soberbia pretendidamente graciosilla), afirmaba taxativamente que en las próximas elecciones municipales «iba a ganar». ¿Ensoñaciones de iluminado? ¿balbuceos triunfalistas de un señor feudal pasado de rosca? Pues no: decía la pura verdad; por eso seguía y sigue riéndose de todo el mundo, porque sabe que VA A GANAR. Ocurrirá como en Cataluña, donde el filoterrorista Carod manejará el cotarro pese a haber sido la tercera escoria más votada.
Aquí, Pacheco también será la tercera (¿o quizá la segunda!) ídem más votada, pero tendrá suficiente para que Sánchez lo siga necesitando, y así él podrá seguir manejando los millones de la GMU, que es lo que le gusta; ¿no es eso ganar? Y a todo esto, ¿dónde está Pelayo? Pues tralalí, tralalá, desaparecida en combate. Así, Jerez seguirá siendo como esas familias pobres que quieren ser como las ricas. Cada vez más ahogadas, pero contentas mientras dure. Porque, ¿qué necesidad hay de que en una ciudad mediana tengamos las rotondas con los monumentos más impresionantes (y más feos, por cierto), el estadio sobredimensionado y remodelado cada dos por tres, una superplaza de toros multiusos que ni en Madrid, obras que se reforman antes de haberse terminado la reforma anterior, y hasta una ciudad dentro de la ciudad? ¿Por qué no somos un pueblo humilde, de acuerdo con nuestra condición social y económica?
Está claro que Pacheco no se va a cansar de subir los impuestos: él los puede pagar holgadamente, pero, ¿y nosotros? ¿Acaso necesitamos tantas gilipolleces, o un ayuntamiento que nos trate a todos por igual, vele por nuestro descanso, y limpie las calles? Pues parece ser que lo primero, que tenemos suficiente con escuchar los mamarrachos que nos cuentan un día uno y al otro día el otro; no hacen más que decirnos lo guapos que son y lo supermegachachiguay que es Jerez, pero es todo una mentira que no hay más que salir a la calle para comprobar: Jerez es una ciudad pobre, y el parche de la refinanciación no servirá de nada si no se extermina la carcoma que corroe la ciudad. Somos pobres en billetes, sí, pero, sobre todo, pobres de espíritu.
Acomodaticios, pelotas, serviles, y catetos; y con politicuchos que en un país civilizado no serían admitidos ni como aprendices de ordenanza. Estamos ahogados, asfixiados de respirar tanta basura fermentada, pero somos sólo unos pocos. A los demás, como a cochinos en una cochinera, les encantan sus charcos de mierda.
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