Tiene Jerez un punto hostil con los suyos que no aprecio en Cádiz. Como comprenderéis, a estas alturas de mi vida me resbala el ultralocalismo cateto, por lo que aprecio, disfruto y me deleito de lo mejor que encuentro en ambas ciudades. A los jerezanos no les importa que el Cádiz suba a Segunda y a los gaditanos les da igual que el Xerez se apalanque en Primera División. Yo estoy contento por ambas efemérides y tampoco quiero que desaparezca el Racing Club Portuense.
He visto con horror, en Bosnia Herzegovina, los horrores de la guerra, los resultados del ultranacionalismo filofascista, ya sea de izquierdas, derechas o mediopensionista. Que le den a los que no quieran ver que uno no tiene que tomar partido, excepto si no queda más remedio, para defender la familia, el honor, el trabajo, lo poco que nos queda.
Soy ciudadano de mi bahía, de mi Jerez ingrato, de la Andalucía vapuleada por unos y otros, vil objeto de deseo, soy un tipo que solo desea que le dejen vivir en paz, haciendo todo lo bueno que puede, cuando puede. Pero no soy un cagalástima, tengo pundonor, orgullo y fuerza para decir lo que tenga que decir. Y eso toca los cojones un montón. Y no soy, ni seré nunca, políticamente correcto. Eso es una majadería como la copa de un pino.
Y ese sitio de la foto es ideal, para detenerme a pensar, a pensar en lo justo, tomándome una cervecita, con un papelón de queso del bueno, de ese con el que aprovisionaban los buques.
