Y me siento estafado, porque apenas he podido escuchar a quienes, de verdad, forman parte de las candidaduras al Parlamento europeo. La realidad es que hemos contado con los personajes de la galería política que apenas ha cambiado en los últimos veinticinco años: los clásicos. Un coñazo de campaña, salpicada de los asuntos de corrupción que suelen acompañar estos procesos. Luego, si se fijan, quedan en agua de borrajas. ¿Es que los demás candidatos no tienen piquito? ¿son relleno? ¿existen? ¿su inclusión obedece a criterios extraños, de agradecimientos varios por servicios prestados? Los que se han batido el cobre, esencialmente, son los dirigentes de las principales formaciones políticas. Aunque el premio merece la pena.