Admito que cuando mejor me lo paso en Onda Cádiz es en el ratito que charlo con la gente de postproducción, sobre todo porque compartimos una misma afición, adictiva: AC/DC. El otro día -me alegro que el corazón underground esté a tope- llegué a la escena del crimen diario y sonaba al lado de la ventana la banda sonora de Iron Man 2. Recuerdo con nitidez cuando en Radio Jerez teníamos tiempo para poner música de la buena, era en la calle Caracuel. Mis primeros discos de rock duro son un tesoro (jé), la música que ha impedido que me durmiera tantas y tantas noches en esos casi tres millones de kilómetros que llevo en el costado, primero con un VW Polo Coupé, luego con el Jetta heredado de mi padre, más recientemente con el Honda Civic Coupé y el día menos pensado con algo que ya os contaré. Una senda de la que no me arrepiento, nada, en absoluto. Conservo una vieja camiseta, nada de llamarle trapo (aunque lo parezca) de aquel concierto de Guns'Roses, y de otro de los AC/DC, salvajes. Y mis botas eternas, de punta, para darles duro. Hay justicia divina. Pronto, otro. Bien.