8 dic 2005

Siento mucho que ya nadie hable de Nueva Orleans (insisto)

Nueva Orleans. Más de 179.000 personas no quieren ya volver a sus casas, o a lo que queda de ellas. Miles no podrán volver, a la vida. En Nueva Orleans los vecinos no saben si es procedente celebrar el Carnaval. Ray Nagin, el alcalde de la ciudad más devastada por el huracán Katrina, afromericano, no sabe qué hacer. Probablemente haya Carnaval, porque la gente tiene ganas de ser feliz. Son demasiadas penas. Creo, sinceramente, que muy pocos de nosotros nos hemos puesto en el lugar de los norteamericanos. Excepto, claro está, los canarios con la tormente tropical Delta, que no fue detectada a tiempo (vaya seguridad que tenemos) y que deja en paños menores al ministro Alonso, ése que dijo que España estaba mejor preparada que otros países para estos desastres. Que Dios nos coja confesados, y al ministro, que le den dos duros porque como profeta no vale un pimiento, dicho sea con todos los respetos constitucionales. Menos lobos y más recursos. En Madrid hay un restaurante que ensalza la gastronomía, la cocina tradicional de Nueva Orleans. Está en el número 15 de la calle Pez. Se llama Gumbo y lo lleva, con gran mimo, un arquitecto norteamericano. La especialidad de la casa son los tomates verdes fritos la tradicional elaboración sudista que una película homónima puso de moda por todo el mundo. Esta es la recomendación que hace Luis Cepeda en La Guia del Ocio: