Se ha ido un buen hombre, una buena persona por encima de todo. Escribir un obituario, y más cuando es de una persona querida, es muy duro. Ayer murió Jorge López Román, a los 79 años, en el Hospital de Jerez. Si hubiera conocido a mi padre José (seguro que ya están hablando ahí arriba) habrían congeniado, dos personas rectas, honestas y amantes de su familia, celosos de su intimidad, generosos con los que le rodearon aunque éstos a veces no merecieran ni mirarles a la cara. De mi padre aprendí muchas cosas, y de Jorge otras tantas. Todas buenas. Muy joven perdió a su hermana y a su cuñado, y sin pensarlo un minuto él y Maruja, su hermana, se hicieron cargo de los tres hijos de la pareja. Les criaron y educaron en valores que, para nuestra desgracia, ya no están de moda. Jorge amaba la radio, le gustaba leer, tenía un espíritu crítico, me habría gustado mucho que hubiera vuelto a escucharme, haberle invitado a una tertulia de radio, pero no pudo ser. Hay gente mala por tantos sitios, y temerosa de la verdad. Pero todo llegará. Jorge era un buen hombre, de esos que ya no quedan. Hoy le velaremos en el Tanatorio de Jerez y luego asistiremos a la Misa y al sepelio, a las 17.00, en el mismo lugar. Hay buenas personas todavía, y Jorge era una de ellas. Mi recuerdo y mi cariño hacia él. Ayer, la luna llena se llevó a muchas personas en mi ciudad. Si hoy hojean el Diario de Jerez se darán cuenta de ello. Pero, a la vez, de lo efímera que es la vida y el tiempo que perdemos sin disfrutarla.