...un rato, por un momento, a ver el mar. Pisar la arena, pensar en todo lo que dejo atrás pero solo lo justo, porque no merece la pena, de corazón. Ya no tengo ese pellizco de todas las mañanas en el estómago, de no saber qué coño me voy a encontrar, la putada del día, esos gestos de desprecio, el loco plateado diciendo tonterías, el otro infeliz mercenario que se cree el número 1 (añádele dos ceros más y será lo correcto), el infame mayordomo (bastante castigo tiene) esa gente que no sabe a donde va, aunque tengan la cartera llena (no todos, en realidad). Lo siento por los que se quedan.
Me he liberado como nunca creí que iba a hacerlo. Sabían del golpe del destino y apretaban más, desalmados, regodeándose con saña. El universo les devolverá todo el mal aumentado, más temprano, antes de lo que esperan. Este desahogo es un grito grande, muy fuerte. Y no será fácil, lo sé, pero seré yo y nada más. Qué pena de tiempo invertido. Aunque, ahora que lo pienso, la verdad, mereció la pena. Todos, muchos, miles, han visto la felicidad y el trabajo bien hecho. Me falta decir adiós, quizás con este comentario tengan suficiente, por malas personas".
(*Me llegó este correo hoy, me resulta tan familiar...)