En dos años, dos personas han tenido la osadía de decirme: "No puedes seguir con el blog si quieres seguir". No les he hecho ni puto caso a estos dos bandarras. He pagado por ello, lo justo, pero no tanto, la verdad. Desde 2005 en este blog mando yo. Y punto. Es mi casa, los comentarios están moderados (no censurados) y estoy en mi derecho, como los grandes medios de comunicación, de evitar comentarios indeseables. Este blog es un espacio de libertad ganado a pulso, a costa a veces de mi familia (menos ya, la verdad, una vez que le pillas el punto) y de mi tiempo libre (ahora estoy en vacaciones). Hay a quien le molesta y a quien le divierte. A muchos, como mi amigo José, sanador de mentes y almas, les parece bien integrarlo en el menú matinal. Y sé que muchos compañeros comparten mis puntos de vista aunque ellos no puedan, por razones que llego a entender, hacer lo mismo. No pretendo que compartáis lo que digo, lo que cuento y lo que dejo adivinar que podría contar, pero la realidad es que me llegan más correos que comentarios, más cartas de personas que no conozco o que se escudan en el anonimato pero cuyas misivas destilan calidad humana y me aportan otros puntos de vista. Aquellos que pretenden hacerme daño a mí son borrados de mi disco duro, de forma inmisericorde, sin piedad alguna. Y tomo nota, rastreo su correo hasta llegar al corazón de su ordenador o entidad. Sé, o creo saber, quienes son. Este blog es una alegría, y quiero que os animéis a haceros uno, si es que queréis compartir con los demás un cachito de vuestras vidas. Por si vuestras experiencias pudieran ser útiles a otros. Nada más. Es un espacio de libertad, pura.