Cuatro años en Madrid, yendo y viniendo a Jerez en mi coche, primero en el Jetta heredado y comprado de mi padre, luego el Civic, con aire acondicionado. Miles de kilómetros de noche, calor, viento, lluvia, nieve y manotazos en las piernas, de abrir las ventanas para no quedarme dormido, coca-colas y Doritos. Paradas en la cuneta, pasado Despeñaperros. Una noche, de niebla muy intensa, me dormí y al despertar estaba en un carril de desaceleración, parado, con la radio encendida y el freno echado. No supe si había muerto o me había parado deliberadamente, no quise pensar más y subí al puente del cambio de sentido, en medio de la nada, cerré los seguros y me quedé dormido hasta el alba. Me rendí a todos los problemas...
Luego, ver amanecer en La Mancha, un día frio, con los grajos volando pero que muy bajo, un desayuno en una venta de carretera auténtica, buen pan de campo, manteca colorá, tipos que acababan de salir de un puticlub creo, y un café con leche que me supo a gloria. Llegué a lo justo al ministerio, un lunes en el que todo, entre bostezos, me salió bien.
Hoy, al escuchar esta canción, en un viejo cd, de Antonio Vega, una pieza de los Hombres G: "La carretera".... Quedaban pocos meses para volver a mi tierra con el corazón, el alma y el cajón de las ideas políticas hecho trizas tras el atentado de Atocha, a comenzar de nuevo, con mi mochila llena de ilusiones, siempre las tengo por mal que se presente la vida.
Nunca esperé que el amor estuviera en el piso de abajo. Creo que ella fue quien me salvó aquella noche, tomó el volante, echó el freno de mano, o quizás fuera mi padre, con el que tengo algo pendiente. Algo debo hacer, en serio, para compensar tanta suerte aquel día. De entrada ser leal a mis convicciones, a mi forma de ver la vida, y evitar el sufrimiento de los que me rodean. La foto no es mia, pero está hecha en La Mancha, probablemente cerca de aquel lugar...