No hay nada que me apetezca hoy más que dedicarte este comentario a tí, amor sin medida. Vivimos días de vino y rosas, pero también de dolor por decepciones nunca presentidas. Ni siquiera esas traiciones -que no tendrán perdón, abandona esa idea- podrán desviarnos de nuestro camino, de seguir trabajando con honestidad y entrega, sin dejar nuestros ideales, antiguos pero dignos. Doy gracias a Dios por no haber regresado a Madrid, en aquel 2004, otra vez en busca de fortuna. Menos mal que tomamos aquel café. Gracias por todo, tu y yo, sin descanso, duro de llevar pero juntos. Los telediarios solo vomitan penas, guerras y agobios, por eso hay que escapar al mar, respirar hondo y dejarse llevar por la brisa, las olas gamberras. A veces pienso que a este paraíso que se llama Cádiz solo le falta empleo para ser completamente un paraíso. Y que le sobran un grupito de hijos de mala madre que apenas piensan en lo efimero de esta vida. No digo más, que hoy es un día precioso.