2 oct 2005

El derecho a comer en cualquier lugar del mundo

Se puede decir más alto, pero no más claro. El Defensor del Pueblo Andaluz, el cura José Chamizo, simplifica lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla: "La gente tiene hambre y tiene derecho a comer en cualquier lugar del mundo". Chamizo se pregunta las razones por las que no se hacen "otras cumbres" y por qué "no funciona la ONU". Las mismas preguntas que nos hacemos todos, todos los días de nuestra vida. Sin embargo, a las preguntas de cura campogibraltareño -otrora azote del narcotráfico en Andalucía- uniríamos muchas más. La primera es cómo es posible que se produzcan esas avalanchas. Me gusta hoy el reportaje de Juan Carlos de la Cal, con fotos de José Ferrer, que publica el suplemento Crónica, de EL MUNDO. Pero regreso al principio. ¿Derecho a comer? Claro que sí.

Trafalgar, los ingleses celebran el triunfo contra España

Si uno echa un vistazo a las preparaciones y cariño que los británicos dedican conmemorar la batalla de Trafalgar, se queda algo perplejo. Los ingleses siempre fueron unos ... listos. Desde Drake, que se bebía el vino de Jerez a morro. Siempre nos están dando ... ejemplos de cómo defender lo suyo. Basta echar una ojeada a la web oficial. Aquí, en España, Bono le ha encargado los eventos a Leopoldo Stampa, ex embajador de España en Irán durante el gobierno de Aznar, y hoy director general de Relaciones Institucionales de Defensa, bajo el gobierno de ZP. Cosas de ser un buen técnico. Stampa nació el 27 de mayo de 1949 en Valladolid, es Licenciado en Derecho e ingresó en 1976 en la carrera diplomática. Ha estado destinado en las representaciones diplomáticas de España en Hungría y Consejo del Atlántico Norte, con sede en Bruselas. Posteriormente, fue nombrado Asesor Ejecutivo del Gabinete del Ministro de Defensa y en 1989 pasó a ocupar el puesto de Embajador de España en Indonesia. En 1993 fue designado Embajador Jefe de la Delegación Española en las Negociaciones sobre Fuerzas Armadas Convencionales en Europa y sobre Medidas de Fomento de la Confianza y de la Seguridad y, más tarde, Director General de Política Exterior para América del Norte y Asia. En 1997 fue nombrado Cónsul General de España en Houston y desde julio de 1998 era Director Adjunto de la Escuela Diplomática.



El hijo de María Silva, la libertaria, vuelve a la luz en Casas Viejas


Si son, como yo, lectores empedernidos de periódicos, apreciarán el buen trabajo de los fotógrafos. Recientemente hemos asistido en Cádiz a una estúpida polémica en la que el presidente de la Asociación de la Prensa, Fernando Santiago (tertuliano de la SER en A vivir que son dos días, columnista del Diario de Cádiz, presentador de televisión en Onda Luz, jefe de prensa de la Diputación Provincial de Cádiz y cronista de viajes) afirmó que los fotógrafos no eran periodistas. La bronca que le vino encima fue de aúpa. La gente se preguntaba qué coño eran tantos y tantos reporteros muertos en actos informativos de combate. Podemos jugar con la terminología o decir pijadas como fotorreporteros. La verdad es que son fotoperiodistas. Pues bien, todo esto viene a colación porque hoy, en Cádiz, se ha producido un hecho histórico (no exagero), que ha sido inmortalizado por el fotógrafo de El Puerto y viejo amigo y compañero de fatigas, José Ferrer. ¿La foto? Bien sencilla. El de la derecha es Juan Pérez Silva, hijo de María Silva, La Libertaria, nieta de Curro Seisdedos, que formaba parte del grupo de personas que pereció carbonizada y antes tiroteada por orden de la Segunda República socialista (Azaña lo lamentó a fondo). Ayer, la CGT (el tipo de la camisa negra es el secretario general en Andalucía, Agustín Gómez) posibilitó que el hijo de la Libertaria se reconciliara con Benalup-Casas Viejas. Ya no se esconderá nunca más. Y ayer vio cómo el hotel que se construye en el escenario de los negros sucesos sustituía el de su madre por otro más ad hoc: Hotel Años 30. Y aque hasta anuncia una fundación, por lo visto privada. Pepe Ferrer hizo la foto histórica. Yo se la hice a los tres, por si las moscas. Y ayer, el asunto mereció la atención del Grupo Prisa. El director de El País en Andalucía, Román Orozco, intervino directamente mandando a un periodista, el corresponsal y redactor de la SER en Cádiz, Pedro Espinosa, que pudo constatar con su grabadora digital, y sus propios ojos, la realidad de la historia que EL MUNDO ha venido contando prácticamente en solitario desde finales de agosto. Sin embargo, hay capítulos por escribir.

LA CRÓNICA

EL MUNDO DE ANDALUCÍA publica hoy que el Hotel Libertaria ha cambiado su denominación, ahora se llamará Hotel Años 30. En apenas quince días, los promotores –la sociedad Huertos de Casas Viejas- ha cambiado el cartel de la puerta principal del establecimiento y en la trasera ha levantado un muro y colocado otro rótulo, de factura apresurada, donde pone: “Fundación Casas Viejas”, de cuya existencia, contenidos, carácter privado o público y objetivos nadie sabe aún nada. Los cambios coincidieron ayer con la celebración de un encuentro anarquista, convocado en solitario por la CGT-A, ya que la CNT, pese a ser la primera organización que denunció la construcción del Hotel Libertaria, optó por no acudir sin alegar una excusa concreta. Estos cambios fueron verificados sobre el terreno tanto por el secretario general de la CGT-A, Agustín Gómez como por el propio hijo de María La Libertaria, Juan Pérez Silva, quienes se trasladaron hasta la calle Independencia para ver personalmente el hotel e intentar recorrer sus instalaciones, ya muy avanzadas porque los promotores quieren inaugurarlo a finales de octubre.

El cambio de nombre –aunque persiste la duda de si el café teatro se llamará o no Libertaria- era solo una de las reivindicaciones del manifiesto de la CGT. Ni el alcalde, Francisco González Cabaña ni el promotor, el empresario de ocio Miguel Ángel Fernández, ha informado sobre si la fundación que se piensa crear será o no pública . Y tampoco se ha producido todavía un contacto oficial con la familia de María Silva La Libertaria. Las tres hijas de Juan Pérez disfrutaron ayer de una jornada de homenaje porque eso y no otra cosa fue el encuentro anarquista, cuya promoción en el pueblo fue nula, lo que determinó una asistencia con más entusiasmos que personas. Cecilio Gordillo, de CGT-A, admitió estar muy preocupado “por los silencios” de las autoridades y advirtió, sin mencionar a nadie en concreto, que su organización “no se prestará a juegos de intereses”. Isabel Escudero, en nombre de Agustín García Calvo, leyó una nota, más bien un alegato contra “el nuevo turismo cultural” y la “falsificación de la historia”. Echó en falta en el auditorio “a la gente corriente de este pueblo”.

UN DÍA ESPECIAL
Juan Pérez Silva, el hijo de María La Libertaria, vivió ayer en Casas Viejas uno de los días más especiales de su vida. En la Casa de la Cultura, la CGT de Andalucía le brindó la posibilidad de sentarse y proclamar a los cuatro vientos quién es él, el hijo de un periodista de guerra y de una revolucionaria, y su clara oposición –como la de todos los presentes en el acto- a que se construya un complejo de ocio con hotel de cuatro estrellas en los escenarios donde perdieron la vida su abuelo Curro Cruz y un puñado de infelices que, en 1933, creyeron que la revolución era un hecho y que los guardias civiles y de asalto dejarían sus uniformes con solo pedírselo.

Ni un solo representante político acudió al encuentro –aunque algunos se excusaron- y menos el más esperado, el alcalde del pueblo, el socialista Francisco González Cabaña, pariente del anarquista Antonio Cabaña, “gallinito”, la persona que estaba encargada de informar si la revolución había triunfado o no en Medina y Jerez. Cabaña no transmitió aquella información porque no pudo contrastarla y la revuelta prendió en las calles de Casas Viejas, tan rápidamente como ardieron las castañeras que cubrían la choza del abuelo Seisdedos. Juan Pérez, flanqueado por el historiador José Luis Gutiérrez Molina y los dirigentes de la CGT-A, Agustín Gómez y Cecilio Gordillo, se creció tras dudar los primeros momentos y se desahogó después de 70 años de oscuridad. “!Los sentimientos de los míos no están en venta!” exclamó cuando se le preguntó si pensaba registrar el nombre de su madre para evitar usos autorizados. Sus palabras, llenas de emoción y orgullo, dejaron clavado al auditorio en sus butacas. Los fuertes aplausos que recibió a continuación casi hicieron aflorar algunas lágrimas al hijo de La Libertaria, hoy un jubilado que reside en el municipio de San José del Valle.

PASEO POR EL PUEBLO
Juan Cruz salió ayer de su anonimato, y paseó a pecho descubierto por el pueblo de su familia y se acercó hasta la calle Independencia, donde se termina de construir el hotel que pretende usar el nombre de su madre. Vestido de boda, José Gutiérrez Cruz, 80 años, vecino del número 33, salió a saludar a Juan Pérez. “En este pueblo, el que no estaba de luto, estaba salpicao”, le dije el hijo de Libertaria al abuelo. “Y tanto”, le contesta el otro. Charlando caen en la cuenta de que son familia, “yo soy Cruz”, y los recuerdos fluyen en cascada. Sonríen y se estrechan la mano, con fuerza.

Juan Pérez confiesa que alguna que otra vez ha venido a Casas Viejas pero sin desvelar nunca su identidad. “Lo que hacía era invitar a unas copas de Machaquito a los abuelos del bar de Pepe, que me decían: hay que ver lo mucho que sabe usted de este pueblo”. Juan evitaba decirle que él era un Seisdedos. Pero ayer, y saltaba a la vista, todo cambió. En las calles, llenas de jóvenes en las terrazas y potentes turismos, muchas miradas se volvían hacia él. El run run se corrió en un abrir y cerrar de ojos: “El hijo de la Libertaria”. Nadie lo conoce, le delataban los flashes de la cámara del fotógrafo.

Juan Pérez se quedó sin ver los escasos restos de la choza de su abuelo, Francisco Cruz Gutiérrez, “Seisdedos”, donde el 11 de enero de 1933 se refugiaron nueve personas. Cuando los guardias de asalto y civiles quisieron detenerlas, temerosos de los maltratos que les aguardaban, se negaron a entregarse. Comenzó entonces un asedio que se prolongó durante horas y finalizó con el incendio y muerte de sus ocupantes, salvo dos, el niño Manuel García Franca y la joven, María Silva Cruz, “La Libertaria”.