Pedro de Tena Alfonso es, probablemente, uno de los mejores periodistas de
Andalucía y espero que algún día -si quiere- lo vuelva a demostrar en un medio de comunicación honesto, que salga a la luz. Lo tengo claro. Su idea de recuperar la memoria del libertario
Melchor Rodríguez me parece un punto de sensatez en esta locura colectiva que gira hasta hacernos enloquecer.
PSOE y PP deben darse cuenta, unos más que otros (juzguen ustedes) que sus peleas guerracivilistas pueden concluir en una charla de café en el
Palace entre
Rubalcaba y Zaplana.
Pero la gente de la calle no vé eso y alguien puede terminar herido o muerto. Hay que reconducir rápidamente esta historia o
ZP debe entregar el poder a quien, con mesura, tiento y estilo, nos reconduzca por una senda de tolerancia y diálogo. Falta, para terminar de liarla, que alguien nos venga con la necesidad de la República. Al tiempo. La propuesta de
Pedro de Tena me gusta y quisiera conocer vuestra opinión, tras la tormenta de
Jiménez Losantos.
Melchor Rodríguez García (1893-1972), “El Ángel Rojo”, como llegaron a llamarle por su intervención providencial y decisiva en el fin de matanzas como la de
Paracuellos del Jarama y otras del mismo tiempo, merece un reconocimiento público. Formaba parte de una de las dos Españas que nos condujeron a la tragedia civil de 1936. Como él mismo escribió en un artículo en el que denunciaba la represión y muerte de 166 personas, no en época franquista, sino entre el 14 de abril de 1931 y el 14 de abril de 1932, considera necesario “realizar una acción común que haga posible un cambio de sistema económico y social, en el que la justicia impere y la fraternidad humana evite tantos dolores y tantas angustias”. Trataré de justificar su conveniencia y oportunidad de tal reconocimiento.
Según el “Exbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español”, editada por la Fundación Anselmo Lorenzo, nuestro Melchor era un andaluz con ángel, nada amigo del comunismo de entonces y partidario de un anarquismo pacifista y humanista. Director de Prisiones durante la etapa ministerial de García Oliver, 5 de noviembre de 1936, sobresalió por su comportamiento humanitario hacia los detenidos por las “checas” estalinistas de Madrid, checas que denunció con riesgo para su propia vida, lo que le valió el calificativo de “quintacolumnista” por parte del Partido Comunista. Terminada la Guerra, fue detenido por el franquismo. No fue condenado a muerte debido a su comportamiento, estuvo poco tiempo en la cárcel e incluso pudo haber recibido alguna condecoración del franquismo, según este “Exbozo”.
Según César Vidal, en noviembre de 1936 fue nombrado delegado especial de Prisiones. Desde su toma de posesión, se suspendieron las sacas de presos y sólo se cumplieron las sentencias de muerte dictadas por tribunales. Su intervención salvó la vida de multitud de presos, contándose entre ellos Muñoz Grandes, Serrano Súñer, Sánchez Mazas, Miguel Primo de Rivera, Margarita Larios, Raimundo Fernández-Cuesta, etc. En marzo de 1937 cesó en su cargo y acusó públicamente a José Cazorla, consejero de orden público de la junta de Defensa de Madrid, de haber utilizado «métodos feroces». Al concluir la guerra, fue detenido, procesado y condenado. En el curso del proceso, el general Muñoz Grandes testificó en su favor. Gracias a esta intervención y a otras, al año y medio de prisión fue puesto en libertad. A su entierro en Madrid acudieron tanto militantes de la CNT como franquistas.
Me han referido que tuvo durante su juicio un comportamiento dignísimo y que cuando alguien testificó que había tenido en la Guerra una conducta “cristiana”, él respondió que su conducta había sido sencillamente “anarquista”. Y también me han narrado que en su entierro, con la presencia de viejos falangistas y anarquistas, se cantó con toda libertad el “Negras tormentas agitan los aires…”, el himno de la CNT.
En el libro “Paracuellos del Jarama”, de Carlos Fernández, Editorial Argos Vergara, 1983, se sitúa este testimonio de un militar cuyo nombre se omite por expreso deseo del interesado: “…aunque todos los días se producían asesinatos, las grandes sacas no comenzaron hasta el 6 de noviembre…Días después, me bajan junto a otros presos a la sala de espera de la prisión, que era tanto como decir que estaba “en capilla”.
Nos quitan los relojes, anillos, plumas y demás objetos de valor. Yo le pregunto a un miliciano que si es para “trasladarnos” no tenían porque quitarnos estas cosas. No me contesta. Y tras estar así durante cuatro o cinco interminables horas, nos mandan subir de nuevo a la galería. Luego nos enteramos que había tomado el mando de la Delegación de Prisiones en Madrid el famoso anarquista Melchor Rodríguez (que también lo era a nivel nacional). Este hombre extraordinario, que luego se le conocería como “el ángel rojo”, puso fin a las matanzas indiscriminadas y ordenó que ningún preso podía ser sacado de la prisión entre las 7 de la noche y 7 de la mañana sin una orden personal suya.”
En la conferencia “El gran holocausto de Paracuellos de Jarama”, José Antonio García-Noblejas, que fuera Académico C de la Real de la Historia y ex Director General de Archivos y Bibliotecas, puede leerse que Melchor Rodríguez, anarquista, hombre de energía, gran corazón y sentimientos humanitarios “cortó radicalmente las sacas”.
Rafael Luca de Tena, uno de los presos destinados a morir en aquellos días y que salvó la vida gracias a Melchor Rodríguez, lo cuenta de este modo: “A los pocos días de llegar a la cárcel de Alcalá, y como consecuencia de un bombardeo, las turbas se dirigieron a la prisión con el objetivo de liquidarnos a los más de 1.500 presos que allí estábamos. La primera persona que les hizo frente fue el director, bajito de cuerpo pero grande de alma, que con gran valor impidió la arremetida. Luego llegó un coche de la Dirección General de Prisiones con varios detenidos y en el que venía Melchor Rodríguez, el anarquista, al que habían nombrado delegado de Prisiones. Colocó la furgoneta en la puerta de entrada y subiéndose al techo de la cabina logró detener a las masas.”
Cayetano Luca de Tena, en un artículo de ABC el 8 de noviembre de 1993, dice lo siguiente: “Sólo terminó aquella orgía sangrienta cuando un anarquista íntegro y valiente, Melchor Rodríguez, consiguió extender a las prisiones de Madrid su autoridad de inspector general, imponiéndose a la Junta de Defensa, que las gobernó hasta entonces y es responsable de las matanzas. Melchor Rodríguez no sólo puso fin a los traslados, sino que también defiende a pecho descubierto a los presos de Alcalá de Henares cuando, el 8 de diciembre, las turbas intentan el asalto a la cárcel para un linchamiento colectivo. Yo estaba allí y podría contar cómo se vivió.”
En definitiva, me parece que la suya es, y con merecimientos sobrados, una figura a la que la democracia reconciliada española debería rendir un profundo, sentido y oportuno homenaje ahora que nos acercamos al aniversario de aquellos sanguinarios acontecimientos que terminaron gracias a la actitud de “El ángel rojo”. Seguramente no fue un santo, como no lo somos ninguno, pero lo que hizo tiene mérito, valor y piedad en un momento en el que era muy difícil disponer de tales cualidades y virtudes.
Sé que mi amigo Cecilio Gordillo, durante mucho tiempo secretario general de la CGT de Andalucía, está ilusionado con esta iniciativa y sé que ha hecho muchos esfuerzos para que nuestro Melchor saliera a la luz. Por él supe que nuestro colega Alfonso Domingo estaba haciendo un documental y me dijo el propio Alfonso que había localizado a los familiares de Melchor Rodríguez. Yo mismo he aportado a Cecilio documentación inédita, de la Dirección General de Prisiones, documentación que me facilitó, con diligencia pocas veces vista, la subsecretaria de Interior en el último gobierno Aznar, María Dolores Cospedal, actual consejera en la Comunidad de Madrid. Y he sido yo el que ha promovido la idea de que se haga una película sobre este andaluz que, en plena guerra, fue capaz de entender que la vida es el principal de los derechos humanos.
Como siempre le he dicho a Cecilio, si hay que hacer memoria histórica, hagámosla en serio, sin sectarismos miserables y entre todos.
PEDRO DE TENA ALFONSO