13 sept 2009

No es oro todo lo que reluce en el periodismo en Afganistán

Omar Sobhani/Reuters
Stephen Farrell, a la izquierda, y el traductor, Sultan Munadi.
¿Hay víctimas de tercera, de segunda y de primera en la GUERRA de AFGANISTÁN? Me temo que sí y el último ejemplo está en la liberación de Stephen Farrell, periodista británico que trabaja para el New York Times, que rápidamente se h mezclado con el dolor y la ira por la muerte del intérprete afgano del reportero, Sultan Munadi; de un soldado británico, John Harrison; y de dos civiles, una mujer y un niño. Un grupo de periodistas afganos resaltaron que los comandos británicos usaron un “doble estándar” al rescatar a Farrell y recuperar el cuerpo del soldado británico, y dejar atrás los restos de Munadi, explica el periódico Guardian.
Los medios del Reino Unido han citado al canciller británico, quien reconoció que Farrell ignoró “importantes consejos” al decidir viajar a la zona en Afganistán donde fue secuestrado.
Munadi fue recordado como un amigo cercano de varios colegas del New York Times. El periódico creó un fondo en memoria del intérprete a través del cual los lectores podrán enviar contribuciones para la familia de Munadi, además del dinero aportado por el propio diario y sus empleados.

Una reflexión en Santiago




Hay ocasiones en la vida en las que merece celebrar tu cumpleaños por todo lo alto, para dar gracias a Dios por todo lo vivido, lo malo y lo bueno, lo que nunca terminas de aprender y lo que te propones obtener a diario pese a tanta maldad a tu alrededor. Por eso nos hemos venido a Santiago de Compostela este fin de semana, a recorrer sus calles, rezar ante el Santo Apóstol, subir al Monte de Santa Tecla y acariciar la panza de las nubes, y no parar de sorprenderme del Oceano Atlántico, de las costas gallegas y sus gentes. Gracias a todos por estar ahí, en este blog sin ánimo de lucro, mi cuaderno de bitácora personal desde 2005. En A Guarda, Pontevedra, el poblado celta está lleno de energía, de fuerza. No sabría explicarte. Habría vivido aquí, hace más de veinte siglos. Os juro que la gaviota permaneció junto a la cruz hasta que, una vez y otra, saqué la foto digital que deseaba, la que os regalo. En Baiona.