31 mar 2007
Imagino tantas cosas
Ayer ví tu sonrisa en el parque de goma. Me estremecí porque no tuve tiempo para pararme. Y lo lamento porque cuando se es feliz es necesario compartir esa felicidad con los que nos rodean. No reprimas tu impulso de ajustar cuentas con quienes creían que tenías algo pendiente. Házlo, y comprobarás que la paz relaja tu espíritu. Me paso el día imaginando cosas, las más variadas. Ayer me tomé un cubata con un amigo, yo creo que lo es, y siento que él me aprecia como yo a él. Nadie nos ha regalado nada. Todo es a base de esfuerzos, de sudor, de jirones de nuestras almas que se quedan en cada esquina. Hablamos de lo que nos importa y poco de trabajo. O mucho, no lo sabría decir. Jota vive feliz en Jerez, tiene lo que quiere, y el amor de los suyos. Esta vez me quedo, y que se vayan otros, que ya es hora.
España no se cierra
Joaquín del Valle sube la cuesta del 27 M
Y Joaquín, aunque la Pelayo le cae bien como persona, no pactará con ella y menos con el enorme ni de coña. Hummmmm, veamos. A ver si va a resultá que Joaquín del Valle es el árbitro y no es Pacheco. Uy, uy, pues va a ser eso. Lo que pasa es que Del Valle, que se mueve como un sabueso entre los papeles de la gemeú, tiene que creérselo. Joaquín no tiene jefe de prensa, ni gabinete, solo un blog que debería cuidar más, tiene amigos que le aprecian y compañeros de coalición vendidos al oro de Los Arcos. Ahi le ven, junto al compañero Barroso, sorprendido de lo que vio en Bruselas y de un perchero lleno de jamones en la casa del enorme, a la que fue invitado un día. Pepe, cuidado con las amistades peligrosas, que puedes perder otras valiosas. Tu sabes mucho, comandante. No será que igual tú, comunista de toda la vida, te pasas al PSA de Pacheco. ¿Y por qué no? Pero regresando al temita, Joaquín del Valle sube la cuesta del 27 M. Ojito.
El semanasantódromo
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Tos prejubilaos
Me maravillo de esa habilidad que tenemos en Cádiz de reirnos de nuestras desgracias como el primero. La chirigota de EL LOVE, "Los Prejubilados" -que actuó en la cena homenaje de la AUGC- retrata a la perfección el panorama que tenemos. De vergüenza, picha. Tos prejubilaos, al sien por sien. Hoy se comentaba por la manifa de Delphi que la pasta no va a faltarles a los trabajadores. Creánme, esta unidad trampa me mosquea un huevo. Yo espero, por el bien del Fernández (consejero de Empleo) y de Vallejo (Innovación), el presidente andalú (Chaves) y el sentrá (ZP) que encuentren una salida en condiciones para el problema de Delphi. Porque si no, al menos aquí en la bahía de Cai, los vamos a prejubilá a tós en las próximas elecciones. Manda cojones.
Escorpión
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(Reproduzco, por su interés, el artículo de Javier Caraballo, redactor jefe de EL MUNDO DE ANDALUCIA y de paso os recomiendo visitar su blog)
“Pedro Pacheco, ¿quién si no?” Quizá fue en las últimas elecciones municipales cuando Pacheco utilizó este eslogan para su campaña.En Jerez, Pacheco ya andaba con los matrimonios civiles de algunos jóvenes que habían nacido con él de alcalde.
El caudal político de Pacheco en Jerez parecía inagotable, una despensa segura desde que ganó las elecciones por primera vez en 1979. “Pacheco, joé, ¿quién si no?”, como parafraseaba él mismo su eslogan inaudito. Ahora que lo han puesto con las maletas en la puerta del Ayuntamiento por segunda vez en cuatro años, podría pensarse que estamos asistiendo al definitivo ocaso político de Pacheco.
Y puede que sea así, pero eso no significa que Pacheco haya dejado de contar definitivamente en la política municipal jerezana. Habrá que esperar sólo tres meses, cuando se hayan celebrado las elecciones, y ver qué ocurre si, de nuevo, no hay posibilidad de gobierno en Jerez sin volver a contar con Pacheco.
Que será más fácil, en fin, que las dos alcaldesas que lo han echado de su gobierno, la popular María José García Pelayo, y la socialista Pilar Sánchez, vuelvan a ofrecerle todas las áreas que solicite antes de que ambas se pongan de acuerdo para cederle una el paso de la Alcaldía a la otra. “Pacheco, joé, ¿quién si no?”, que podrá decirles de nuevo, con ese toque chulo y prepotente, decidido y testicular, que siempre ha exhibido.
Le recuerdo una vez en la campaña de las elecciones andaluzas de 1990, cuando consiguió diez escaños para el Partido Andalucista en el Parlamento andaluz, el máximo alcanzado por los nacionalistas en toda la historia autonómica. En aquella campaña Pacheco despertaba una verdadera expectación cuando visitaba ciudades y pueblos.
En uno de aquellos pueblos de mayorías socialistas, un grupo de mujeres que salían del mercado se acercaron a saludarle y a regalarle unas flores. “Dejarme de flores, joé, que mucho Pacheco y después votáis todas al PSOE”, les espetó refunfuñando.Quién le iba a decir a Pacheco que, desde aquellas elecciones triunfales, sólo le esperaba ya un lento, progresivo e implacable declive. Que se iría consumiendo poco a poco en el caldo espeso de la trama municipal, de los intereses locales, agarrado al clavo ardiendo del urbanismo jerezano.
La hegemonía del PSOE en Andalucía ha impuesto a todos los demás partidos una larga travesía del desierto. Hasta ahora, nadie la ha superado. Pacheco ha sido uno más en sucumbir, y su declive podría simbolizar el declive de la clase política andaluza que nació con la democracia. En su caso, además, Pacheco es fiel a su condición de escorpión, y siempre acabará clavándole su aguijón a la rana que le ayuda a atravesar el río por la sencilla razón de que ése es su carácter. “Pacheco, joé, ¿quién si no?” Qué crudo es siempre el final.
“Pedro Pacheco, ¿quién si no?” Quizá fue en las últimas elecciones municipales cuando Pacheco utilizó este eslogan para su campaña.En Jerez, Pacheco ya andaba con los matrimonios civiles de algunos jóvenes que habían nacido con él de alcalde.
El caudal político de Pacheco en Jerez parecía inagotable, una despensa segura desde que ganó las elecciones por primera vez en 1979. “Pacheco, joé, ¿quién si no?”, como parafraseaba él mismo su eslogan inaudito. Ahora que lo han puesto con las maletas en la puerta del Ayuntamiento por segunda vez en cuatro años, podría pensarse que estamos asistiendo al definitivo ocaso político de Pacheco.
Y puede que sea así, pero eso no significa que Pacheco haya dejado de contar definitivamente en la política municipal jerezana. Habrá que esperar sólo tres meses, cuando se hayan celebrado las elecciones, y ver qué ocurre si, de nuevo, no hay posibilidad de gobierno en Jerez sin volver a contar con Pacheco.
Que será más fácil, en fin, que las dos alcaldesas que lo han echado de su gobierno, la popular María José García Pelayo, y la socialista Pilar Sánchez, vuelvan a ofrecerle todas las áreas que solicite antes de que ambas se pongan de acuerdo para cederle una el paso de la Alcaldía a la otra. “Pacheco, joé, ¿quién si no?”, que podrá decirles de nuevo, con ese toque chulo y prepotente, decidido y testicular, que siempre ha exhibido.
Le recuerdo una vez en la campaña de las elecciones andaluzas de 1990, cuando consiguió diez escaños para el Partido Andalucista en el Parlamento andaluz, el máximo alcanzado por los nacionalistas en toda la historia autonómica. En aquella campaña Pacheco despertaba una verdadera expectación cuando visitaba ciudades y pueblos.
En uno de aquellos pueblos de mayorías socialistas, un grupo de mujeres que salían del mercado se acercaron a saludarle y a regalarle unas flores. “Dejarme de flores, joé, que mucho Pacheco y después votáis todas al PSOE”, les espetó refunfuñando.Quién le iba a decir a Pacheco que, desde aquellas elecciones triunfales, sólo le esperaba ya un lento, progresivo e implacable declive. Que se iría consumiendo poco a poco en el caldo espeso de la trama municipal, de los intereses locales, agarrado al clavo ardiendo del urbanismo jerezano.
La hegemonía del PSOE en Andalucía ha impuesto a todos los demás partidos una larga travesía del desierto. Hasta ahora, nadie la ha superado. Pacheco ha sido uno más en sucumbir, y su declive podría simbolizar el declive de la clase política andaluza que nació con la democracia. En su caso, además, Pacheco es fiel a su condición de escorpión, y siempre acabará clavándole su aguijón a la rana que le ayuda a atravesar el río por la sencilla razón de que ése es su carácter. “Pacheco, joé, ¿quién si no?” Qué crudo es siempre el final.
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