¿Ordenadores portátiles a 100 dólares? No solo es posible sino que pronto podremos ver millones de ellos en todo el mundo. Obviamente hará falta que las comunicaciones sean asequibles, sobre todo en el tercer mundo. Un Laptop por Niño (OLPC) es una nueva asociación sin fines de lucro dedicada a la investigación para desarrollar una laptop de 100 dólares (USD); una tecnología que podría revolucionar la forma de educar a los niños del mundo. Esta iniciativa fue anunciada inicialmente por Nicholas Negroponte y se extiende por todo el planeta. Seguramente os haréis muchas preguntas, éstas son sus respuestas.
Web de OLPC (también en español)
13 mar 2006
El chocolate es bueno
Neofronteras es una excelente página de noticias sobre ciencia y tecnología. Acaban de hacerse eco de un artículo realmente interesante, sobre todo para los que disfruten con el chocolate (para comer) y quieran tener una excusa más para consumirlo. Pasa igual que con la cerveza. Los autores del artículo publicado en Archives of Internal Medicine especulan que como el chocolate es rico en antioxidantes podría ser que evitara los problemas médicos asociados al estrés oxidativo como la obstrucción pulmonar crónica o ciertos tipos de cáncer. Los resultados sobre el envejecimiento en hombres obtenidos en un estudio realizado en Holanda muestran que los consumidores de chocolate reducen a la mitad el riesgo de morir de diversas enfermedades que aquellos que no lo consumen. Pase y lean: (Neofronteras)
Ruiz Mateos va a por el paraíso de La Almoraima
José María Ruiz-Mateos va ahora a por La Almoraima, una finca de enorme valor medioambiental y cinegético en pleno corazón del Parque Natural de Los Alcornocales, que no ha sido privatizada aún y forma parte del Patrimonio del Estado tras ser expropiada a Rumasa. Era una de sus propiedades favoritas del empresario de la abeja, que ahora dirige la Nueva Rumasa. En diciembre de 1992, el Jurado Provincial de Expropiación Forzosa de Madrid, fijó el justiprecio de las acciones de La Almoraima SA, objeto de expropiación por parte del Gobierno, en 238.900 pesetas. La finca, cuando fue expropiada, tenía más de 16.000 hectáreas, pero su extensión ahora –según el Registro de la Propiedad de San Roque- es 14.785 hectáreas y su valor real, actual, 309.644.981,99 euros (51.520 millones de pesetas), según la firma Sociedad de tasación, Gestión de Valoraciones y Tasaciones, S.A. (Gesvalt). La noticia fue publicada este sábado por EL MUNDO DE ANDALUCÍA. Esperemos que, si lo recupera, Ruiz-Mateos mantenga el convento como hotel, uno de los lugares con más encanto del sur.
La Almoraima se compone prácticamente como principal activo, de una gran finca rústica situada en el término municipal de Castellar de la Frontera (Cádiz), con un convento y un castillo restaurados, numerosas edificaciones, instalaciones y viviendas para empleados, con unos 30.000 metros cuadrados construidos. La valoración hecha por el Jurado Provincial de Expropiación de Madrid se basó en una auditoria de Price Waterhouse (por encargo e instrucciones de la Administración) que elaboró sobre el balance de situación. La Almoraima se valoró entonces (23 de febrero de 1983) en 1.194.500.000 pesetas. Esta cantidad nunca ha sido abonada ni consignada a la familia Ruiz-Mateos. Por ello, la familia presentó el pasado día 23 un escrito de alegaciones ante la Dirección General del Patrimonio del Estado solicitando la retasación de las acciones de la sociedad La Almoraima.
EL RESTOAdemás, el empresario jerezano comunicó a la Dirección General del Patrimonio del Estado su intención de instar a la retasación de las acciones de todas las restantes sociedades del grupo Rumasa que le fueron expropiadas mediante el Real Decreto Ley de 23 de febrero de 1983. Según una nota hecha pública por la familia, esta comunicación está acompañada de diversos documentos e informes relativos a la situación de los activos de Rumasa en el momento de la expropiación (23 de Febrero de 1983) en sus distintas divisiones presentes en 30 diversos sectores de actividad económica. El objetivo de este documento es la interrupción del plazo de prescripción de las acciones para poder solicitar la retasación de las acciones expropiadas (Artículo 58 de la Ley de Expropiación Forzosa).
Este artículo es al que se acoge la familia Ruiz–Mateos indica que transcurridos más de 2 años sin que el pago de la cantidad fijada como justiprecio haya sido abonada por la Administración o se haya procedido a su consignación en la Caja General de Depósitos, se debería de proceder a evaluar de nuevo las cosas o derechos objeto de expropiación. La familia recuerda que “han concluido los recursos contenciosos administrativos interpuestos contra los justiprecios, sin que durante todos estos años la administración haya abonado ni consignado a favor de la familia Ruiz-Mateos un solo euro como justiprecio por las acciones expropiadas. Sí que, en cambio, los accionistas minoritarios de muchas de dichas sociedades, como Galerías Preciados, Banco Atlántico o Banco Condal, han percibido ya la totalidad de sus justiprecios con sus respectivos intereses”.
La Almoraima se compone prácticamente como principal activo, de una gran finca rústica situada en el término municipal de Castellar de la Frontera (Cádiz), con un convento y un castillo restaurados, numerosas edificaciones, instalaciones y viviendas para empleados, con unos 30.000 metros cuadrados construidos. La valoración hecha por el Jurado Provincial de Expropiación de Madrid se basó en una auditoria de Price Waterhouse (por encargo e instrucciones de la Administración) que elaboró sobre el balance de situación. La Almoraima se valoró entonces (23 de febrero de 1983) en 1.194.500.000 pesetas. Esta cantidad nunca ha sido abonada ni consignada a la familia Ruiz-Mateos. Por ello, la familia presentó el pasado día 23 un escrito de alegaciones ante la Dirección General del Patrimonio del Estado solicitando la retasación de las acciones de la sociedad La Almoraima.
EL RESTOAdemás, el empresario jerezano comunicó a la Dirección General del Patrimonio del Estado su intención de instar a la retasación de las acciones de todas las restantes sociedades del grupo Rumasa que le fueron expropiadas mediante el Real Decreto Ley de 23 de febrero de 1983. Según una nota hecha pública por la familia, esta comunicación está acompañada de diversos documentos e informes relativos a la situación de los activos de Rumasa en el momento de la expropiación (23 de Febrero de 1983) en sus distintas divisiones presentes en 30 diversos sectores de actividad económica. El objetivo de este documento es la interrupción del plazo de prescripción de las acciones para poder solicitar la retasación de las acciones expropiadas (Artículo 58 de la Ley de Expropiación Forzosa).
Este artículo es al que se acoge la familia Ruiz–Mateos indica que transcurridos más de 2 años sin que el pago de la cantidad fijada como justiprecio haya sido abonada por la Administración o se haya procedido a su consignación en la Caja General de Depósitos, se debería de proceder a evaluar de nuevo las cosas o derechos objeto de expropiación. La familia recuerda que “han concluido los recursos contenciosos administrativos interpuestos contra los justiprecios, sin que durante todos estos años la administración haya abonado ni consignado a favor de la familia Ruiz-Mateos un solo euro como justiprecio por las acciones expropiadas. Sí que, en cambio, los accionistas minoritarios de muchas de dichas sociedades, como Galerías Preciados, Banco Atlántico o Banco Condal, han percibido ya la totalidad de sus justiprecios con sus respectivos intereses”.
11-M ¿Quién lo sabe?
MI PUNTO DE VISTA:Escribo estas líneas pocas horas antes del aniversario de los atentados terroristas del 11 de marzo en Atocha, hace dos años. Estaba obligado a ello. Aquella mañana es imposible de olvidar, fuimos zombies enganchados a la radio, conociendo detalle tras detalle zapeando frente al televisor. Nos partió el alma, los esquemas, el corazón, las ideas saltaron por los aires. Día a día, desde entonces, EL MUNDO -el medio de referencia para millones de españoles en estos momentos y en el que me siento, más que nunca, orgulloso de colaborar- nos ha ofrecido capítulos de una historia que terminará por conocerse con nombres y apellidos. Lo que son las cosas, el sentido de una pregunta cambia en dos años. ¿Recuerdan?: "¿Quién ha sido?". Ahora bien, a la vista de las últimas revelaciones, cabe formularse otra pregunta: "¿Quién lo sabe?" Me dice ahora un internauta que añada otra: "¿A quién beneficia?"
Ni perdono ni olvido. Lo siento. Es lo que hay. El día que le pongamos cara a los autores materiales e intelectuales no va a haber lugar en el mundo donde se puedan esconder, ni en las cloacas. Que vayan llamando a Bin Laden para que les haga hueco. El 11 M me cambió la vida para siempre. Para mal y para bien, gracias a Dios. No soy el que era entonces. Soy mejor. Pero no perdono ni olvido. No sé si es cierto que unos personajes brindaron con cava aquella noche, pero si lo hicieron espero un día bailar sobre su tumba, con Siniestro Total.
Fue una mañana en la que andaba de un lado hacia otro, pegado a la radio digital, zapeando las cadenas con ansiedad en cada bar donde me paraba, inmerso en la vorágine política. Detalle tras detalle, ambulancias, sirenas, explosiones a pocos metros de donde estaba en ése instante, cada segundo que pasaba era más y más desgarrador. Y luego esa inmensa morgue de Ifema, cientos y cientos de heridos evacuados a los hospitales. Las listas en internet, engordando sin parar.
Me acordé de cómo lo debía estar pasando Manolo Lamela, con quien había compartido los últimos cuatro años en dos ministerios, flamante consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Vi las caras de los guardias civiles que custodiaban mi viejo Ministerio de Agricultura, con las ropas ensangrentadas de ayudar uno tras uno a los heridos desorientados que andaban por los alrededores de Atocha. Los mismos guardias, luego condecorados (había uno de Jaén) con los que siempre bromeaba al mirar el reloj de la estación, ése que marcaba las horas que me quedaban antes de volver al Sur.
Nunca lo he contado, pero en aquel año negro yo había meditado meses atrás del 11 M irme a vivir a casa de una tía mía en Torrejón. Habría tomado el tren, lógicamente, para venir a trabajar a Madrid. El mismo tren, el de los currantes (era la mejor hora), que saltó por los aires. Porque aquel tren era el de los nobles, los humildes de espíritu, el de la gente normal que no quiere hacer daño a nadie y trabaja para sobrevivir y, si se se puede, ser feliz. ¿Como coño les voy a perdonar a los autores materiales y a los intelectuales? Que se pudran en la mierda de sus conciencias.Yo habría podido ir en ese tren. Pero el azar es así. Fuera o no una segunda oportunidad, tuve miedo y un segundo después miré al cielo, respiré hondo y supe que Madrid y yo ya éramos la misma cosa. Perdí el miedo. Ahora bien, si algún día, al abrir EL MUNDO una madrugada, me encuentro lo que ya presiento, que me digan qué es lo que hay que hacer a continuación. Algo, y sin piedad alguna. Que los cruficiquen en primera página, con sus nombres, apellidos y biografía. Y luego ¿qué? Tendremos que ir pensando. No hay castigo lo suficientemente grande para ellos. Me da igual quienes sean, que se jodan.
Ni perdono ni olvido. Lo siento. Es lo que hay. El día que le pongamos cara a los autores materiales e intelectuales no va a haber lugar en el mundo donde se puedan esconder, ni en las cloacas. Que vayan llamando a Bin Laden para que les haga hueco. El 11 M me cambió la vida para siempre. Para mal y para bien, gracias a Dios. No soy el que era entonces. Soy mejor. Pero no perdono ni olvido. No sé si es cierto que unos personajes brindaron con cava aquella noche, pero si lo hicieron espero un día bailar sobre su tumba, con Siniestro Total.
Fue una mañana en la que andaba de un lado hacia otro, pegado a la radio digital, zapeando las cadenas con ansiedad en cada bar donde me paraba, inmerso en la vorágine política. Detalle tras detalle, ambulancias, sirenas, explosiones a pocos metros de donde estaba en ése instante, cada segundo que pasaba era más y más desgarrador. Y luego esa inmensa morgue de Ifema, cientos y cientos de heridos evacuados a los hospitales. Las listas en internet, engordando sin parar.
Me acordé de cómo lo debía estar pasando Manolo Lamela, con quien había compartido los últimos cuatro años en dos ministerios, flamante consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Vi las caras de los guardias civiles que custodiaban mi viejo Ministerio de Agricultura, con las ropas ensangrentadas de ayudar uno tras uno a los heridos desorientados que andaban por los alrededores de Atocha. Los mismos guardias, luego condecorados (había uno de Jaén) con los que siempre bromeaba al mirar el reloj de la estación, ése que marcaba las horas que me quedaban antes de volver al Sur.
Nunca lo he contado, pero en aquel año negro yo había meditado meses atrás del 11 M irme a vivir a casa de una tía mía en Torrejón. Habría tomado el tren, lógicamente, para venir a trabajar a Madrid. El mismo tren, el de los currantes (era la mejor hora), que saltó por los aires. Porque aquel tren era el de los nobles, los humildes de espíritu, el de la gente normal que no quiere hacer daño a nadie y trabaja para sobrevivir y, si se se puede, ser feliz. ¿Como coño les voy a perdonar a los autores materiales y a los intelectuales? Que se pudran en la mierda de sus conciencias.Yo habría podido ir en ese tren. Pero el azar es así. Fuera o no una segunda oportunidad, tuve miedo y un segundo después miré al cielo, respiré hondo y supe que Madrid y yo ya éramos la misma cosa. Perdí el miedo. Ahora bien, si algún día, al abrir EL MUNDO una madrugada, me encuentro lo que ya presiento, que me digan qué es lo que hay que hacer a continuación. Algo, y sin piedad alguna. Que los cruficiquen en primera página, con sus nombres, apellidos y biografía. Y luego ¿qué? Tendremos que ir pensando. No hay castigo lo suficientemente grande para ellos. Me da igual quienes sean, que se jodan.
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