11 dic 2005
El ocaso de la vida
Hemos paseado hoy por Madrid, y los indigentes de toda la vida han sido sustituidos por las abuelas de la ciudad. Señoras de pelo blanco, abrigos negros, que se acercan pidiendo ayuda. No estamos acostumbrados, no sé qué está pasando, si salen a la calle pidiendo porque las pensiones nunca son suficientes ni justas o alguien las maneja o, simplemente, tratan de sondear los corazones de los transeúntes. O quizás, piden porque no tienen más remedio ni otra cosa mejor que hacer para llenas sus días. ¿Buscan unos euros o estar entre la gente y sentir corazones conmovidos tras los rápidos ojos y manos que rebuscan, palpan en el bolsillo y encuentran las monedas que definen su sentido de la caridad? Da igual, estas abuelas frente al Corte Inglés de Serrano, me dejan frio. Buscaba el atardecer en los jardines frente al templo egipcio de Debod. Llegamos tarde, pero encontramos dos templos en vez de uno. Un regalo para la vista y la historia.
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