5 sept 2006

Alatristes de la mar: Arturo, hubo un tiempo...

Hubo un tiempo en que éramos unos funcionarios reconocidos. Por eficaces.
Hubo un tiempo en que el “padre” de Alatriste mantenía una relación de “amor” con VIGILANCIA ADUANERA. Éramos pocos y valientes. Y Arturo Pérez-Reverte sabe reconocer esas cualidades mejor que nadie. Porque es un hombre de honor.
Sí, HONOR.
Esa palabra que a fuer de ser bastardeada, se ha perdido no sólo del vocabulario actual sino – lo que es aún más grave – de nuestra insulsa vida.
Una palabra y, por tanto, un concepto, de la que se apropiaron los aristócratas, pero que residía en lo más profundo de todo hombre-mujer y que entroncaba directamente con otra cualidad ya olvidada: LA DIGNIDAD.
Hubo un tiempo en que los soldados del TERCIO DEL ESTRECHO, mantenían en jaque a una horda de contrabandistas, en un intento suicida de frenar la avalancha de droga en nuestro país.
Aquellos jóvenes e ilusionados funcionarios son hoy día (parafraseando a Carlos Ruiz Zafón), la SOMBRA DEL MAR. Cincuentones maltrechos y acorralados por los Gobiernos de turno, cuya única aspiración es alcanzar cuánto antes la Segunda Actividad y retirarse a las playas del litoral andaluz, en compañía de sus nietos para contar aquellos tiempos que “siempre fueron mejores”.
La historia de España está llena de traiciones. Pero lo que más duele, es que el macuto de nuestro recuerdo está lleno de olvidos.
Sé que por naturaleza, el ser humano es efímero y sus actos duran menos en la memoria colectiva que el resplandor de un grano de sal en un día de temporal, pero permitidme que, de vez en cuando, sólo de vez en cuando, rememore aquellos tiempos. Aquella lucha desigual, en la que nos jugábamos la vida por defender un castillo sin almenas de los ”infieles del hachis”.
Hubo un tiempo de orgullo y abnegación. El orgullo ha sido aniquilado y la abnegación se la dejo a los políticos profesionales que dejaron morir de vergüenza a una élite de “funcionarios que funcionaban”.
No nos reciclaron. La Agencia Tributaria nos engulló sin digerirnos. Éramos un cuerpo extraño en una organización acostumbrada a recaudar dinero. Y está comprobado que los mercenarios útiles acaban sus vidas en la indigencia o en el olvido.
¡Qué potencial humano desperdiciado!. ¡Qué cantidad de energía transformada en burócratas del mar!.
Querido Arturo, te echamos de menos.
Fuiste la única voz que clamó en un desierto de espuma y sal, cuando las batallas se libraban entre olas y lunas nuevas.
Y ahora, huérfanos de cronistas independientes, sólo podemos escribir una Carta al Director que posiblemente jamás sea publicada.
Hubo un tiempo, Arturo…. Hubo un tiempo.
Nunca volverá.



Eduardo-Arturo Carmona Martínez
Alatriste de la mar