Escribo esta noche para deciros que acabo de parar el coche a un lado de la carretera. Ha sido otro día de caminos cruzados, de noticias apresuradas en la radio, teléfonos que siguen sonando para mi suerte. He pensado sobre mi periódico -no tengo una puta acción, pero lo siento mio- EL MUNDO y la valentía de Pedro J. Ramírez, a quien no he saludado nunca personalmente. No creo que lea este comentario, la verdad, escrito en el blog de uno de su corresponsales que le sigue desde hace años. He buscado una canción para esta noche de furia contra EL MUNDO.
Contigo o sin tí, mi libertad es la garantía de tu futuro. Creo que no hay una frase, ahora y que yo tenga a mano, mejor para resumir la misión de un periodista de verdad. Antes en Diario 16 Andalucía, ahora en EL MUNDO DE ANDALUCIA, su director, Francisco Rosell sabe a lo que me refiero. Por que cada vez que un corresponsal, el último eslabón de la cadena, escribe, lo hace profesionalmente, pensando de forma solidaria que el destino de su director está unido al suyo si no hace las cosas bien. Pero ¿y al contrario? Pues también. Es mi caso, al menos. Confieso que voy a internet, al kiosco, lo antes que puedo, para leer, con más interés que nunca, lo que estamos contando. Y no estamos solos. Lo sé perfectamente porque hoy, un amigo, me ha mirado al leer la portada y me ha preguntado: "¿Realmente todo esto es así? No lo puedo creer, no puede ser. ¿Qué pasará si un juez decide investigar?". Yo también me lo pregunto.
Comprendo, intento hacerlo, como se puede sentir ahora el director de EL MUNDO. Yo, en otra escala, claro está, he sentido como el cielo se me venía encima estos días por elegir la libertad, por ser "ingobernable" (dijo un majadero que me ha decepcionado para siempre). Estoy pagando, como todos, el precio, pero es que las cosas son así, hasta que decides cambiarlas para siempre. Investigas, escribes, te mojas, robas de tu tiempo (el bien más preciado) más de lo que debes, pero haces lo que tienes que hacer. Ánimo Pedro J., que son muchos pero cobardes. Ahora bien, funcionan como una apisonadora. Mucho ojo, es una maquinaria engrasada, perfectamente sincronizada. Dan miedo, pero hay que seguir adelante, no hay más remedio, en memoria de los que no pueden gritar desde las tumbas, aunque a veces creo oirlos, entre los árboles de El Retiro. Buenas noches, director.