16 sept 2006

Las ratas no tienen alas

Hoy no estoy muy bien que digamos. Lo sé porque siempre que me llega un bajón recurro a mi doble CD de baladas heavy de El Pirata. Acabo de hablar con mi amiga Rafaela: “Pepe, tú vuela alto, que las ratas no tienen alas y se quedarán abajo y no tengas miedo de nada”. Pero lo tengo, es normal. Espero que Dios le ajuste las cuentas a los malvados que solo tienen odio en su corazón, o temores infundados que le llevan a machacar a quien nunca le hubiera hecho daño. Me importa un carajo lo que piensen ahora. Su propia maldad les corroerá las entrañas hasta llevarlos a la tumba. Ratas.

No creo que vuelva a hablar más de ellos, aunque no dudaría en hacerlo si viera amenazada mi vida, mi futuro, mi familia. Y ahora lo están, espero que por pocos días. Estos días he vuelto a conversar sobre tantas cosas con mi viego amigo Juan Clavero, un tipo con las ideas claras, sin miedo (algo habrá tenido), que tiene en Mercedes Sousa, su esposa, el contrapunto ideal. Su correo electrónico es común, porque no tienen secretos entre ellos.

Espero que Francisco González Cabañas cumpla su palabra y aclare lo que tiene que aclarar. Porque Paco afronta un período intenso en el que los problemas de sus compañeros en muchos municipios le van a traer intensos dolores de cabeza. Paco, la vida son dos días, pero no vale quejarte de los efectos que tienen en ti y tu familia esos “disgustos” que tú conoces tan bien. Si eliges un lado de la carretera sabes que tendrás los coches de cara, que los verás venir. Si te cruzas al otro, cualquiera te puede atropellar.

Hace un rato acabo de contactar en Gmail con Luis Rull, que me habla de ilusiones. Es un blogger, como yo desde hace más de un año. Internet es una magnífica terapia. Una vez, cuando trabajaba como jefe de informativos de la SER en Jerez, puse fin a tres años de trabajo duro, con otros compañeros, lo que nos llevó a lo más alto del EGM local. El último día en esa SER abrí el micrófono, el vúmetro analógico se movió. Dije lo que tenía que decir y me marché con la cabeza muy alta. Es una pena que no pudiera despedirme en Onda Cádiz Televisión, así que lo hago ahora: Adiós.

Vuelvo a lo que me decía Rafaela, que tiene un hijo injustamente apartado de la sociedad, al que deseo un indulto tan pronto como ZP pueda firmarlo. “Las ratas no tienen alas”. Vale, pero esas putas ratas herederán la tierra, con los escarabajos. Yo pienso volar lejos, lo suficientemente alto como para no verlas nunca más. Un día tuve un sueño, volver a la radio y lo comenté en este blog, lo dí por hecho pero las circunstancias han sido has que han sido. Pero todo puede cambiar en un minuto. Vive Dios que lo haré realidad, de una forma o de otra. Creo que hay muchas sensaciones, ideas, noticias, sentimientos que transmitir a diario sobre las cosas que pasan a nuestro alrededor. Admito que, de todos, es el medio que más me gusta y estoy deseando decir: “Buenos días, a todos, en la bahía de Cádiz”. Así se iba a llamar el programa matinal: “En la bahía”. No sé si es original, pero era el que a mí me gustaba. Las ratas no tienen alas, pero desde hace unos minutos me siento incómodo en esta silla, creo que mis alas necesitan más espacio. Aunque fuera virtual, a quien no le gustaría planear como Ben Foster en X-Men 3. Yo lo he soñado, alguna vez. Gracias Rafaela.