Es el punto final. Ya no hay marcha atrás. Y solo hay un responsable, taquicárdico, inquieto, huidizo, maricomplejines de gimnasio y playa pseudocaribeña gaditana, cocainómano del tres al cuarto, colocador de sus ligues (ellos y ellas), carente de escrúpulos, cobarde como pocos, mal amigo, traidor, deleznable, incapaz de querer incluso a los suyos, capaz de reirse de quien no se puede defender. Una y no más Santo Tomás ¿cómo pudiste hacerme eso a mí? Precisamente a mí...Preciosa canción de Alaska, que todos hemos bailado y aplicado a algún episodio de nuestras vidas. Eso me pasa esta noche. Que nadie tiemble, es algo abstracto, de momento, claro...