No voy a entrar en la demagogia de algunos cavernícolas nostálgicos de ¿qué hubiera pasado si Aznar hubiera autorizado a Acebes a intervenir 'contundentemente' contra los trabajadores en paro, contra los infelices autónomos? No. Y censuro, como no podía ser de otra forma, los graves incidentes acaecidos en estas horas. Pero el Gobierno ha entrado mal, tarde, de malas formas y a porrazo limpio. Los currantes ya no recuerdan a la Policía Armada de Franco, las lecheras, la 'secreta' y aquellos episodios urbanos donde al grito de 'agua' todos salíamos echando leches. Alfredo Pérez Rubalcaba acumula un gran poder, pero también una responsabilidad de idéntico tamaño. ¿Qué le pasa al PSOE en Madrid? ¿síndrome de La Moncloa? ¿muerte por chocolate? ¿frenesí electoral? ¿alucinaciones por la suerte que tienen con el PP hecho unos zorros?
Tampoco voy a entrar en la demagogia de recordarles que hay derechos de una mayoría que no pueden vulnerar una minoría. Pero es que esa premisa es absolutamente falsa en este caso. Estos pocos son la auténtica voz de la crisis, la punta del iceberg que está a punto de emerger. Y es de libro, si a estos les das con fuerza en los lomos y en la cabeza (¿han visto las imágenes de Sevilla?), los demás nos lo vamos a pensar antes de trincar las cacerolas y salir a la calle. Por eso no se fíen de lo que digamos los periodistas, lean todo lo que puedan, escuchen, mediten y saquen su propia conclusión de lo que está pasando. Ojalá el Gobierno usara la cabeza como Rubalcaba utiliza la porra, con energía. Corcuera pasó a la historia como el ministro de la patada en la puerta. Menudo negocio eso de ser ministro de Interior, es un cargo con gafe. Hagas lo que hagas, nadie está contento, pero dar luz verde a los mamporros contra trabajadores, cielos, valiente caldo de cultivo para estado de cabreo creciente de nuestro país, donde lo mejor son los españoles, con una capacidad increíble de tolerancia. Por favor, que pongan a trabajar a los asesores, a los técnicos, que el Gobierno asuma lo que no termina de asumir pese a la gravedad de lo que vemos hoy.