17 sept 2008

La diferencia entre un zorro y un lobo


Hay un compañero que todavía no se ha dado cuenta que el hábito no hace al monje, que no ha aportado nada a la sociedad, ni a la hemeroteca de los grandes escándalos, o a la de los temas de investigación serios, ni siquiera a la actualidad política, que se moja según le va en la cuenta de resultados de su medio (algo jodida, por cierto), que no comprende que un pueblo como el que compartimos es justamente eso, un pueblo donde todo se sabe y solo hay una forma de ir por la vida: por derecho. Este muchacho confunde ser controvertido y polémico con tener criterio, independencia y fidelidad a tus principios y valores por encima de donde quiera que trabajes, con quien quiera que trabajes y sea quien sea quien te pague. Por eso se siente, y es, tan poca cosa en su ciudad. No se le conocen grandes méritos, ni siquiera lo que hay que tener en esta profesión y en la vida. Pero el tipo, me cuentan otros compañeros, se sabe vender d.p.m. Y eso parece ser que es lo cuenta hoy en día, en esta discoteca en que se ha convertido la sociedad española, donde cada uno exhíbe la mercancía y actúa como un zorro/a sin prejuicios. Pero debe tener cuidado con algunos lobos/as, que le tienen cercado, calado y no le tienen el más mínimo miedo. Y los lobos/as saben defender como a nadie a su manada, a los suyos, y a quien amenaza sus sustento vertiendo calificativos a personas que, dos segundos más tarde, los trasladan a quien es objeto de sus vilezas. Con los lobos hay que tener cuidado, cazan para sobrevivir y se defienden cuando son atacados, sin la más absoluta piedad. Mejor ser lobo que zorro. Mil veces. Y conviene no cabrearlos demasiado.