Menudo puente ha elegido Mariano Rajoy para que todo el mundo reflexione: el de Todos los Santos y Difuntos. Rajoy no es el santo Job: "Sufrió pobreza, padeció enfermedades, perdió sus tierras, sacrificaron su ganado y vio morir a sus siete hijos y no por ello el Santo Job abandonó su fe", recuerda mi compañero Florentino Llera hoy en EL ECONOMISTA. Los que se la han ido dando con queso al gallego no le conocen cabreado y, por lo que me cuentan, lo está, y mucho.
Está dispuesto a crear sendas gestoras en Valencia y Madrid, para censurar la inacción y prepotencia de sus máximos líderes, Camps y Aguirre.