Hoy me ha llamado un buen sindicalista, José Miguel Ahumada, de CSIF. Y no me ha hecho gracia. No su llamada sino lo que me ha contado. Algo que ya está en la calle y las redes. Al parecer la alegría dura poco en la casa del pobre. Seguro que conocéis el caso de Paloma Gil, una trabajadora abnegada, buena persona, defensora de su gente -los bomberos- que fue despedida por la empresa que tiene subcontratada el consorcio contra incendios. Pues bien, parece que tras obtener una sentencia que anulaba su despido, según Ahumada la empresa lo ha recurrido enviando al parecer un burofax al domicilio de Paloma. Pero lo recibió su marido y tras ello sufrió una crisis cardíaca. Debía haber llegado a su abogado... El drama está servido y tiene arreglo. Lo pueden arreglar Pepe Loaiza (presidente de la Diputación) y Fernando García (presidente del consorcio). Es el privilegio que tienen los poderosos, arreglar los problemas de los débiles. Estoy seguro que intervendrán. Yo lo haría si pudiera, porque me duele el corazón.