El día que Rodrigo Rato, vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, supo que su presidente y amigo, José María Aznar, había optado por Mariano Rajoy para sucederle como candidato, la vida cambió radicalmente para él, que atraviesa probablemente los días más amargos de su existencia. Su carrera por los suelos, su prestigio hecho añicos, el sueño de Bankia la peor pesadilla que pudiera soñar, sus viejos amigos mirando hacia otro lado, los estafados de las preferentes gritándole de todo, y para colmo las tarjetas black. Amén de los problemas judiciales que va enfrentando con preocupación. La vida está llena de ingratos.