Pa matarlos. Dos excursionistas han provocado un desastre ecológico, con su fuego de alerta en la montaña, y han dado al traste con zonas de inmenso valor ecológico. Decididamente hay que endurecer al máximo (prisión) las penas contra los pirómanos. De esa forma los inconscientes se tentarán la ropa antes de hacer el imbécil. No es justo que once personas murieran en Guadalajara por un par de idiotas. En el caso de Lanjarón se han empleado todo tipo de medios y recursos. Les llamo la atención de la labor que hacen los pilotos de helicópteros. Se juegan la vida tomando agua de una pequeña piscina, de donde pueden y como pueden, y gracias a ellos se ataja el fuego con más rapidez. Ayer hablé con uno de ellos. Se sentía muy orgulloso de su peligroso trabajo. Son gente con nombre y apellidos, familias, inquietudes y esperanzas, que se arriesgan para enmendar lo que algunos insensatos provocan. Para colmo está el poco celo que se tiene en mantener los cortafuegos limpios (eso, dicen, ha pasado en Lanjarón, pero Zarrías anda como Jeb Bush). Es curioso que siempre pierden la vida los abnegados, los inocentes que tratan de enmendar los errores ajenos. Nunca la palma ninguno de esos joputas que meten fuego al monte. ¿Lamentarían ustedes que se abrasaran en su propia creación? Yo, ni lo más mínimo. Pero la naturaleza tiene mejor corazón y les deja escapar con vida. Lo siento, hoy no me da la gana darle cuartelillo a nada ni a nadie. Y al piloto que provocó este comentario mi profundo reconocimiento por su trabajo y el de las cuadrillas forestales. Con dos cojones. La foto es de un Bell 412.