22 sept 2005

Palante pischa, no hay más remedio

Querido cuaderno de bitácora, amigo que pronto cumplirás un mes: En Andalucía, de llamarse de alguna forma, los huracanes se llamarían Carmen o María, pero no Rita o Katrina, quizás Vanesa o Penélope. Ellas arrasan con todo y pueden con todo, pero no puedes vivir sin ellas. He dejado el coche a un lado, resulta inútil para desplazarse por la Bahía. El tren, con fauna distinta cada hora, te permite relajarte, hasta que pasas por la depuradora de Jerez y los aromas despiertan tus más bajos instintos (los del estómago). Y he pensado en la muerte. ¿Quien de ustedes no lo hace alguna vez para, lo más rápido posible, pasar página en la mente y en el corazón? Hasta en dos ocasiones vi pasar toda mi vida en un momento. La primera vez fue en 1992, durante las protestas del sector pesquero andaluz en el río Guadalquivir. Retransmitía las incidencias del bloqueo a bordo del Manolo IV, un buque de mi amigo Pepe Rocha. No me había puesto el salvavidas (imperdonable). De pronto, un mercante hizo sonar sus sirenas, el motor Scania del Manolo IV rugió y salvamos el pellejo mientras la estela del gran barco nos bamboleaba. Yo terminé en suelo, y la gente que nos escuchaba en la playa sanluqueña de Bonanza comenzó a gritar. Las once personas que íbamos a bordo del pesquero habríamos muerto con seguridad de no ser por la pericia del capitán del barco. En la cubierta del carguero, guardias civiles con material antidisturbios nos lanzaban pelotas de goma. Durante unos segundos me quedé en silencio, tirado bocaarriba en la cubierta, mirando el cielo de Sanlúcar (tengo el vídeo y alucino al verlo). Cuando me incorporé seguí retransmitiendo para la SER de Jerez, me cabreé tanto como Iñaki hacía con Aznar. Hay muchos testigos de ésto que cuento. Ahora ya saben por qué raras veces tengo miedo de decir la verdad, porque nunca voy a cambiar, por qué los mediocres tienen miedo de mí. Todas las mañanas, cuando enciendo mi móvil, el cacharro va y me dice: "Palante pischa". Otro día les contaré la segunda vez. Por eso no dejo un resquicio a la duda. Hay que amar sin miedo, correr todo lo que se puede, saborear el tiempo libre y la mirada limpia de quien te quiere de verdad. Nunca sabes cuando será tu hora. No perdamos ni un segundo y patrás ni pa coger impulso. Gracias por leer estas líneas. Y ahora métete en el buga, ponte Offspring a toda leche y mira divertido al macarra del deportivo amarillo del quiero y no puedo. Hasta luego Lucas.