"Que viva don Carnal y muera la puta Cuaresma". Joaquín Sabina cantó y gritó eso anoche en Cádiz y tuvo guiños realmente bonitos hacia la ciudad y sus gentes (se acordó del poeta-periodista Juan José Téllez). Se confiesa "rojo" y ya va por su recital número 50 aunque en Gijón de daban por fuera de combate. La cosa estaba organizada por Unicaja y las entradas se acabaron en un pis pas. Los rojos oficiales del régimen en Cádiz estaban todos situaditos ellos en primera fila, vips, con sus respectivas/os ataviados/as con galas rojeriles al uso y el bemeuve en el garaje de casa para no dar la nota.
Los tiempos han cambiado y Sabina lo sabe, ahora alienta el mismo discurso en sus conciertos que el guerracivilista que ha puesto de moda Zapatero en los suyos. Sabina no está fuera de combate, pero esta algo ga-ga, aunque sus canciones nos remuevan las tripas porque son demasiados años y tantos recuerdos unidos. Tanto ha cambiado Sabina que en sus conciertos ni se puede beber una birra, ni agua, no hay ambigú. Los nuevos rojos vienen cenaditos, bebeditos y meaditos de casa, como chicos y chicas buenos. El resto, a jodernos o a salir a la calle, al único bar que vimos abierto, lalalalala
Es más, juraría que anoche el olor a porro estaba algo diluido por las colonias habituales de las "señoras de". En fin, que esto de los rojos y los blancos, los negros y los azules nos va tocando un poco las narices. No me extraña que el propio Sabina, un día por una de las cajas tontas, admitiera haber pedido un autógrafo a uno de los triunfitos (expresión acuñada por los que andan corroídos por la envidia de las ventas).
Lo positivo del concierto en Cádiz fue redescubrir el pabellón Fernando Portillo, ése en el que los rojos daban conciertos no hace tanto y que está en la Plaza Miguel Hernández. Ah, y un detalle, a Sabina se le quiere mucho en Cádiz, tanto que se le perdona casi todo, por eso le aplaudimos todos sus temas, los que nos gustan y los que solo le gustan a él.