Alfredo Pérez Rubalcaba, nuestro ministro del Interior, tiene más tablas que Albert Boadella (y patillas, yo creo que se ha dejado más). Acabada la grandiosa inauguración -con viandas del prestigioso Restaurante El Faro- del Centro Penitenciario Puerto III (dentro de quince días llegarán sus primeros 700 'inquilinos'), el ministro se dispuso a mantener un breve encuentro con los periodistas. El micro había sido desconectado. El delegado del Gobierno andaluz, el chiclanero José Antonio Gómez Periñán hace todo lo posible por arreglar el entuerto, y lo consigue, al rato. Nervios, horror, asesores indignados, funcionarios circunspectos, la jefa de prensa estupefacta y alguien que ofrece un micrófono inalámbrico al ministro. Rubalcaba -que ya tiene bastante con la parodia de Rubalgila que le hace Buenafuente- no se ve con la alcachofa en la mano, cual vástago de Jorge Cafrune. "Que dice el ministro que no, que él habla con el fijo". Pero nadie encuentra al técnico. Rubalcaba, sabedor de que los informativos radiofónicos y telediarios son de dos a tres se desespera, charla con los divertidos periodistas y al final alguien encuentra un trípode e instala el inalámbrico. Grandes respiros, el ministro comienza pero se acopla, espera pacientemente y vuelve a repetir su entrada. Lo dicho, un profesional. Y es que la veteranía es un grado.