Ahí está, lo único que queda al final de la batalla es la familia, Raquel y Pilar con Antonio Pina, que el día 31 dejará de ser el presidente del comité de empresa de Delphi. Admito que a veces me dejo llevar por las personas en las noticias, en este caso por esta familia, unida ante todo. Me he metido en sus vidas, con su permiso, y les siento como de la familia. Verán, Delphi no ha mostrado su cara en este conflicto. El ejecutivo Gonzalo Herrera, director y nombrado máximo responsable de Delphi en Puerto Real, no ha abierto el pico en público. Ni eso hemos tenido los españoles con esta multinacional, ni un rostro, ni una voz, aunque los nombres y apellidos de los que se han salvado de un pleito complicado son conocidos por la plantilla. Antonio se ha hecho amigo de los periodistas, de la mayoría (y todos hemos opinado como Dios nos ha dado a entender), aunque alguno, como Fernando Santiago, les ha faltado al respeto, lo que determinó el cabreo de algunos. Tranqui, Fernando, nadie te hará nada nunca. No son terroristas, son trabajadores a los que se ha llevado como los nobles toros en San Fermín, camino de la Plaza, donde le esperaba el mejor aliado de los trabajadores. Es lo mejor que se me ocurre para definir lo que he visto y sentido. Mi cariño más sincero para toda la plantilla, el deseo de que pronto encuentren curro y que no dejen vivir a la Administración hasta que cumpla todas sus promesas. Y si pasa algo chungo, nada chicos, un correo electrónico, un SMS o un toque y ahí estaremos, con dos cojones y dos ovarios (y si alguien del lobby gay se cabrea que le den a discreción).