Lo ocurrido ayer en Barajas certifica la fragilidad de nuestras vidas, la inutilidad de intentar creer que estamos a salvo de la muerte. No es que yo sea el vivo ejemplo del carpe diem, o de la abnegación por los demas, pero hago lo que puedo en ambos casos, probablemente no todo lo que puedo, y en eso estoy cada día.
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