16 ene 2009

Fusilada al atardecer


Si nada lo remedia -todo es posible- la libertad de expresión será, una vez más en la historia humana, fusilada al atardecer. 
Si tal hecho ocurriera y algunas personas, librepensadoras, buenas de corazón y demócratas, cayeran con ella, la ola nacional probablemente sepulte a los protagonistas y la decisión sea el detonante de una reacción mayor, no calculada y que causará graves daños de imagen en momentos delicados a quienes viven en palacios. Lo que puede ocurrir en Cádiz es de una gravedad tal, que la blogosfera libre se movilizará, los dirigentes incorporarán a su discurso nacional "lo del fusilamiento de la libertadJustificar a ambos lados en Cádiz, en su propia cuna", y el escándalo será de tal calibre que muchos lamentarán lo que han hecho por el tremendo coste que supondrá en su imagen. Lo que puede ocurrir certificaría la necesidad, proclamada desde el entorno de los que viven en palacios, de que haya pronto un cambio de banquillo. Destejer la telaraña es necesario.
No cabe, en cualquier mente humana, que se vaya a producir un atentado contra la libertad y todos nos quedemos parados como si tal cosa, viendo como se pisotean sin garantías los derechos constitucionales, federales y personales, y además en la era de internet. Si no lo remedian quienes tienen poder para hacerlo (que ya conocen la historia), se consumará una acción deleznable, propia de la noche de los cristales rotos, del fascismo renovado que, en todos los ámbitos de la sociedad, emerge para recordarnos lo frágil que es la libertad. 
Pensamiento único, acallar la bendita discrepancia con el ejercicio puro y duro del poder. Si no fuera porque la comparación es odiosa, les diría que todo esto me recuerda al conflicto de la franja de Gaza. Hermanos contra hermanos, excepto en el poder de una parte. Salvo en algo, que quien morirá en todo esto es la libertad, de nuevo. Y no debe salir gratis el atentado.
No están en su cabales quienes quieren fusilar a la libertad al atardecer. La prepotencia les llevará al abismo más temprano que tarde y entonces nadie querrá tenderles una mano, sujetarles por la cintura para que no caigan. Entonces, con una media sonrisa, miraremos al cielo azul para dar gracias a Dios porque la libertad siempre renace. Y echaremos una ojeada a las rocas, para comprobar que nunca más volverán ¿Nazis en la cuna de la libertad? No puede ser. Una bella canción la de Amaral y Antonio Vega.