11 mar 2009

El caso del norteño cobarde

Hay quienes no se dan cuenta que todos sus actos, llamadas telefónicas y decisiones son transparentes. Nunca he sido partidario de la guerra sucia, y no es mi estilo, prefiero ser un caballero, pero no permaneceré impasible ante quien la practica intentando amedrantar (sin éxito) a quienes ejercen su derecho. Resulta que un forastero sin escrúpulos, de nombre norteño, anda metiéndose en camisa de once varas, sin darse cuenta de que el suelo se le puede mover mucho en su actual trabajo y más aún en el futuro, donde ganará más de tres mil euros al mes, su verdadero objetivo político en la vida. Y encima es una persona que no solo no ha sabido defender a los suyos sino que tampoco ha sabido actuar ante la adversidad. Es, simple y llanamente, un cobarde y un inepto. Y un mal asesor de la autoridad que le escucha, que le va calando día a día. Y no es funcionario.
Escribe hoy Martí Saballs: "La sociedad siempre tendrá necesidad de estar bien informada, de fiarse de aquellas personas que intentan descubrir qué hay debajo de la alfombra para que se lo cuenten, que no se conforman con fiarse del primer rumor, que comprueban los hechos y los datos, que exploran a su izquierda y derecha, luchando por no dejarse llevar por prejuicios y especulaciones infundadas. Uno de los lujos de las sociedades democráticas es el periodismo libre, que no tenga miedo a enfrentarse al poder cuando éste poder atropella y miente. Y, sobre todo, que no tenga miedo a intentar descubrir la verdad, desde la honradez, la humildad y la capacidad para saber rectificar cuando ha habido un error". Un comentario que viene como anillo al dedo ante el caso antes citado. ¿Su nombre? Hay que calibrar con quien se mete uno, porque luego no valen las lamentaciones. Pero pisa suelo resbaladizo, y las caídas son peligrosas. Y no deseo mal a nadie. Más vale que se dedique a su trabajo, que falta le hace. Y que deje correr el río fresco y libre. Un saludo amigo.