No hay nada como hablar, pasear, escuchar atentamente a la gente. Es lo que hago cada vez que puedo en Jerez, mi pueblo. La Guardia Pretoriana (también, Guardia Praetoriana, en latín: praetoriani) era un cuerpo militar que servía de escolta y protección a los emperadores romanos. Y no hace falta ser muy listo para entender a qué emperador reciente me refiero. Pilar Sánchez se enfrenta a los pretorianos -que se reúnen en la Venta Antonio para conspirar a gustito y con langostinos- y a algunos vendidos al oro anterior que han vivido como Dios en otros tiempos mientras el resto del personal andaba a trancas y barrancas, sudando tinta para llegar a fin de mes. Se trata de puestos que deberían sacarse a concurso y ser ocupados por mérito y capacidad.
Me importa un pimiento, pero lo voy a decir tal como lo pienso: prefiero a una alcaldesa que, al fín, se ha dado cuenta de que la verdad solo tiene un camino -decirla- que a quien soporta callada (tal como alguos maricomplejines le recomendaban) una situación injusta heredada que solo tiene una solución: reajuste, reestructuración, como quieras llamarlo, de la plantilla municipal. Y debería hacerlo con la participación de todos, lo que parece poco probable por la conocida ruindad política local, cutrerio de alcurnia. Sinceramente, y no es ninguna broma, creo que Pilar Sánchez debería comprometer a Pedro Pacheco en la resolución de este monstruoso entuerto en el que nos han metido. Y Pacheco, si conoce a algún pretoriano, debería recomendarle calma. Mucha calma. Porque todo, absolutamente todo, se termina sabiendo. Y los concursos oposición son su espada de Damocles. Porque las nóminas las pagamos todos de nuestros bolsillos cada vez que hacemos frente a los impuestos. Que ambos retiren sus acciones judiciales y se pongan a trabajar conjuntamente. No es ninguna tontería. En cuanto a la alcaldesa, necesita de personas que le tiendan lazos -y no al cuello- con sus trabajadores porque hasta el más pretoriano aprieta el culito cuando ve que se le acaba el chollo. Nada de tipos desocupados. A ponerlos a trabajar, y duro. Sin miedo.