31 dic 2009

Los bufones




No me va, por mucho que paguen bien, pero respeto a quienes ejercen como tales, siempre y cuando no me toquen las partes nobles. En ese caso no tengo piedad. He cambiado, lo confieso, soy mal enemigo, si puedo letal. Será que me han hecho así quienes han abusado de mi bonhomía y esa extraña costumbre heredada de mi padre de confiar en todo el que se me cruza creyendo que será consciente de que todos tenemos el mismo fin.
Y encima, alguno presume de cristiano viejo con valores. Yo lo echaría del templo con el látigo más cruel. Pierdan cuidado aquellos que van por derecho y me declaran sus diferencias abiertamente, con esos me bato el acero y de cara. Átense los machos quienes creen que me acabo de levantar del suelo, caído del guindo y no me entero de lo que pasa, de lo que hacen, a lo que dedican el tiempo libre, de como le complican la vida a los sanos de corazón, a las personas que no pueden o quieren expresarse con libertad como yo lo hago todos los días, gracias a mi familia, que me mira absorta al escucharme reir tras un comentario o al encontrar la canción justa.
No tengo alma de bufón, más bien de espíritu libre hasta donde puedo, y menos aún practico la genuflexión o culpo a otro de mis meteduras de pata (antes lo hacía, lo admito). Os recomiendo hacer un blog, usarlo, es la mejor terapia para aguantar todos los días.
Y el amor, el de los tuyos, siempre a mano, no olvidando nunca lo que importa en la vida. Pero bufón, ¿bufón?, en absoluto. No puedo fingir. Si me quieres será a mi modo, tal como soy. No tengo otros principios si estos no te gustan, no soy Groucho Marx, que me flipa. Prefiero al gato cabroncete y previsible de Shrek. Y ¿sabes? me emociona tanto esta canción, aún, a estas alturas. Mi corazón no está tan oxidado. Buenas noches y buena suerte (peaso de peli).