Si alguien, realmente, está escuchando en la provincia de Cádiz conversaciones telefónicas sin autorización ha de saber que se sabe. ¿Me explico? Verán ustedes, desde hace varias semanas vengo escuchando las reticencias -que no van de coña- de algunos políticos muy dignos de no hablar ya por teléfono asuntos delicados. Y de ahí pasan a la paranoia de creer que le escuchan a diario. Puede ser. O no.
No me tomo a broma este tipo de asuntos, pero desde que un borracho con poder se fue de la lengua una noche tonta hace algunas semanas y me largó algo demasiado íntimo de un rival político, a la sazón fontanero con poder y adicto al sexo, me preocupa. La posibilidad de ser espiados es real.
De hecho, algunas personas fuimos objeto de seguimientos, se interceptaron nuestras comunicaciones telefónicas y hasta se produjeron amenazas muy reales. Fue durante la fusión de la Caja de Jerez, un asunto que debería recuperarse más que nada para que ahora se tome nota sobre determinadas conductas.
Ahora bien, ¿y si las interceptaciones telefónicas obedecen a una investigación judicial sobre una trama de corrupción que puede influir decisivamente en un resultado electoral clave? ¿y si le ha llegado el dia de San Martín a un cerdo político insigne? La impunidad, la prepotencia, es lo peor. Todos lo sabemos.